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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Calle de Atocha

Quisiera agradecer los desvelos de las autoridades por convertir la calle Atocha en una de las zonas recreativas más interesantes de la capital. Si se recorre esta vía empezando desde la glorieta, enseguida se comprende por qué algún informe británico considera perjudicial para la salud abandonar la estación de ferrocarril. Sin embargo, nada más pisar la calle se puede contemplar uno de los mayores logros arquitectónicos de la era Manzano: la fachada del número 104 resplandece tras su restauración a cargo del Ayuntamiento. Esta maravilla concentra todo un programa dotado con 80 millones para rehabilitar docenas de edificios de toda la calle. Por cierto, una iniciativa para la que su periódico dedicó mucho más espacio a la fase propagandística que a la evaluación de sus resultados.Después de extasiarse ante este edificio, las atracciones para el paseante continúan con la entrada gratuita en un nuevo zoológico itinerante formado por todo tipo de camellos y demás fastidiados en la vida, y además se pueden admirar los abundantes restos caninos que salpican ambas aceras y que acompañarán al viandante por todo el centro capitalino. Más adelante, el interés se concentra en los miles de agujeros de diversa profundidad que horadan las aceras. Muchos invitan a practicar espeleología a niveles casi profesionales y, de hecho, alguno turistas se lanzan de lleno a este entretenimiento, de forma que la ciudad deja en ellos una huella imborrable en sus piernas y tobillos.

Un poco más arriba existen menos hoyos en las aceras, pero abundan los numerosos usuarios de los dos grandes sex shops de Atocha. Gracias a ellos, y como recuerdo de nuestra capitalidad cultural, también es posible gozar de largos conciertos nocturnos interpretados con las bocinas de los coches bloqueados en doble y triple fila por los urgidos visitantes a estos templos del más triste sexo madrileño.

Pero el interés del recorrrido no decae, porque más adelante es posible juguetear con los cascotes que caen de algunos edificios ruinosos o disfrutar nuevamente de las manadas de traficantes y sus agradecidos clientes, todos ellos arrojando sus jeringuillas fuera de las papeleras. Claro que tampoco importa mucho, ya que los generosos vómitos de los adolescentes que consumen "refrescos" en la discoteca Consulado impiden ver el suelo.

Acto seguido, cerca del palacio de Santa Cruz, es posible deleitar el sentido del olfato estudiando la antigüedad y procedencia de los cientos de orines que perfuman la calle, si bien las prostitutas que dominan la zona ya se han acostumbrado a este olor y pocos ciudadanos se atreven a circular por ahí.

Si Atocha es una de las principales arterias, el infarto de Madrid está próximo.-

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