Mensajes sobre el Tercer Mundo
Soy un lector habitual de su diario y, por tanto, estoy acostumbrado a ver en el mismo las diferentes inserciones publicitarias que algunas organizaciones no gubernamentales de cooperación para el desarrollo (ONGD) realizan sobre sus campañas y actividades.He podido aceptar, en mayor o menor grado, los mensajes y las imágenes que suelen utilizar las ONGD en estos anuncios, pero al ver el que la organización Ayuda en Acción ha insertado en su diario el pasado día 6 de marzo, página 58 (también he comprobado que se repite en la edición del 8 de marzo), mi indignación ha sido tal que me he animado a escribirles.
Llevo más de ocho años trabajando en el ámbito de la cooperación para el desarrollo, y no me siento copartícipe de mensajes como el del mencionado anuncio, por considerarlo totalmente manipulador de la sensibilidad de las personas hacia las desigualdades que existen en nuestro mundo.
El mensaje fundamental del anuncio reza así: "Hay niños que no le dejan leer a uno el periódico tranquilo", porque "tienen hambre, están enfermos y viven en la más absoluta pobreza". De esta forma nos invitan a ponernos en contacto con Ayuda en Acción, para informarnos sobre lo poco que cuesta sacar a estos niños de la miseria y poder así "leer el periódico tranquilo". Según otros anuncios de esta organización, por tan sólo 70 pesetas al día podemos apadrinar a un niño, y supongo que de esta forma nos podemos quedar tan tranquilos con nuestro periódico en una tarde dominical, dormitando con la programación televisiva y sirviéndonos una copiosa merienda-cena a base de delicatessen.
Quienes trabajamos en cooperación sabemos bien que existe un código de conducta sobre imágenes y mensajes a propósito del Tercer Mundo, adoptado por la Asamblea General de ONGD europeas en 1989. Pues bien, este código recomienda la no utilización de imágenes y mensajes que puedan despertar en la opinión pública actitudes de compasión o lástima hacia las personas que no tienen acceso a unas condiciones dignas de vida en sus propios países, porque, efectivamente, no se trata de que la gente responda por impulsos de sensiblería, sino de que tome conciencia de la situación real y de que actúe guiada por valores de justicia y solidaridad (que no es lo mismo que caridad).
Quería, pues, llamar la atención sobre lo falso e indignante que resulta el hecho de que hasta la tranquilidad de las conciencias pueda venderse. La Iglesia católica (al menos desde algunos sectores) es lo que ha venido haciendo siempre, y ahí está, cada día con más poder económico y reclamando más.
A todas las personas que puedan leer esta carta les diría que no podemos permitir que se confundan los términos, que podemos estar tranquilamente leyendo el periódico en nuestra casa, y que con esto no estamos ofendiendo a nadie. Que con nuestro comportamiento social y actitudes ante la vida podemos estar defendiendo valores de justicia y paz, que ni se compran ni se venden. Se lucha por ellos y basta, y, en todo caso, se contribuye con ayudar a aquellas ONGD que desarrollan una labor ejemplar.-
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