Imprudencias
Las imprudencias se pagan, nos dice la Dirección General de Tráfico, y cara ha pagado la suya don Antonio de Senillosa, persona digna de admiración, entre otras virtudes, por su bonhomía, sentido del humor y talante liberal.Pero lo malo y triste -que lo es, y mucho- no es sólo la condena, trágica y brutal, que el destino impone al imprudente, sino que a veces las imprudencias ajenas también las pagan otros.
Lamentable pérdida la de don Antonio, pero, cuando menos, tan lamentable como la suya la de los inocentes Pablo y Sergio Varó, a cuya viuda y madre no hubo rey que telegrama le enviara expresando sus condolencias ni villano que hiciera pública manifestación de su dolor-
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