El tendero apasionado
Hace algún tiempo, una hija suya se atragantó con el capuchón de un bolígrafo y fue salvada por los pelos gracias a los primeros auxilios a que un experto la sometió. Resultado de este percance familiar, afortunadamente sin consecuencias, fue una circular que José Bono envió a todos los restaurantes de Castilla-La Mancha, en la que figuraban las medidas a tomar en caso de que a un cliente se le atorara algún alimento. Así es el presidente: todo lo que le ocurre lo convierte en una experiencia que transmite a la comunidad. Minucioso y apasionado como uno de esos tenderos que, siempre a pie de mostrador, controlan el devenir del negocio -quizá por eso Pujol le dijo en cierta ocasión que los dos eran los presidentes autónomos más apreciados en sus comunidades porque ambos vivían muy de cerca la realidad-, Bono dedica al menos un día a la semana a visitar barrios y pueblos, lo cual significa que desde 1983, año en que llegó al poder, lleva visitados en tomo a 900 pueblos de la región y los barrios de las grandes ciudades, y ha conversado con miles de personas. Viaja con un magnetófono en el que va grabando lo que ve -"Bache en tal punto, arreglarlo; se ha caído el letrero en tal otro sitio, ponerlo"- y con un ordenador portátil, que no sabe manejar, pero en el que tiene metida toda la información relativa a cada lugar: cuántos votaron, qué broncas hubo, qué problemas tienen. Definido por sus más cercanos como alguien de "un primitivismo integral enorme", Bono, que ha sido guerrista y hoy se pierde en la nebulosa renovadora -él mismo asegura que ahora hay que decir que "el que no se mueve no sale en la foto"-, se caracteriza por sus osadas declaraciones y su desparpajo. Nadie diría que pasó 11 años en, el Comité Federal del PSOE sin atreverse a hablar. "No tanto porque nadie impusiera silencio, más bien había una especie de autocontrol y autocensura que tenía mucho que ver con el miedo escénico, y el miedo a no ser todo lo brillante que parecía exigirse. 0 incluso con el temor a desagradar". Se decía a sí mismo que cómo es posible, con las conversaciones que mantenía con gente importante, que no me atreviera a hablar en el comité. Y un día, en 1989, decidió romper el tabú. Lo hizo como representante de la federación de Castilla-La Mancha, para cuestiones que tenían que ver directamente con la solidaridad interterritorial y la financiación de las comunidades autónomas. Y desde entonces no ha parado.Aunque cuando se refiere a su antiguo amigo Alfonso Guerra elige cuidadosamente sus palabras y parecería que diera vueltas en tomo al meollo: "La política no es cuestión de simpatías o antipatías, pero es importante que la lealtad y la amistad no estén basadas nunca en la subordinación, porque el amigo que exige subordinación y jerarquización y obediencia está arruinando la amistad. Y yo tengo algún caso que podría poner como ejemplo".
La verdad es que este hombre se ha movido mucho y está en la foto. Nacido en 1950 en Salobre (Albacete), hijo de un alcalde franquista que duró 17 años en el puesto, sufrió la muerte de su madre a los l5'años y la de su progenitor alos 21. De pequeño estudió en la Escuela Unitaria de Niños, pero el día que su padre le preguntó cuántos días tenía un año y respondió 100 fue puesto en manos de don Pascual, maestro del cercano pueblo de Alcaraz,. y de allí ya pasaría a los jesuitas de Alicante, que vieron que el chico tenía talento y lo mandaron a estudiar Derecho a Deusto. En realidad, Bono iba para seminarista, pero hete aquí que cayó en sus manos La esencia del cristianismo, de L. Feuerbach, y sintió -en palabras suyas- "la iluminación", se le puso en crisis la fe desde un punto de vista racional, y luego siguió con Engels y Marx, y con las clases que el profesor Enrique Tierno Galván le daba basándose en El Estado y la revolución, de Lenin, y aquello ya no se podía aguantar.
"Cuanto más seguía profundizando, más dudas tenía". Y aún las tiene, como le cuenta al cardenal de Toledo, monseñor Marcelo González, con quien mantiene buena relación, cuando le pregunta por la fe. Menos dudas alberga respecto a su papel en la política. Para muchos de sus compañeros siempre ha sido un radical, alguien que, en un lado u otro -su famosa movilidad-, siempre ha estado en primera fila de la trinchera.
Cuando terminó la carrera de abogado, él y Vicente Pérez Mariño se pusieron a trabajar con Raúl Morodo como abogados, y también como ayudantes en la Universidad. Pepe, como le llaman todos, evidenció desde el principio sus dotes: inteligencia intuitiva, desinhibición y un pragmatismo a prueba de bombas, así como una considerable capacidad para las relaciones públicas y para adaptarse a lo que venga. Adaptarse fue lo que hizo cuando el PSP de Tierno Galván, en el que militaba, perdió las elecciones de 1977. "No se preocupe, Bono", le alentó el viejo profesor. "Ha sido un voto escaso, pero de calidad". "Más bien de caridad, don Enrique". El pragmático José Bono vio claro que no tenía sentido seguir con la travesía del desierto y que lo mejor que podían hacer era entenderse con los socialistas del PSOE, a lo que Tierno era reacio. Tanto que dejó de hablarle. Y sólo el 23-F, mientras los parlamentarios abandonaban el edificio de las Cortes, el elegante Tierno Galván le sorprendió preguntándole: "¿Ha contraído usted matrimonio por lo canónico?". "Sí, igual que usted". "Siento que perdiéramos la invitación y no pudiéramos ir". Bono sonrió, porque sabía que no se la había enviado, pero pocos días después se presentó con su mujer en casa del maestro, sin avisar, para tomar café como si tal cosa.
Aunque hay quien dice que no le hace ascos a la idea de suceder a Felipe González, parece impregnado de sensatez cuando afirma que se conoce lo suficiente no sólo para no postularse para el cargo, sino para no verse ocupándolo. "Yo vivo la política con tal pasión que casi nada me es indiferente. Y si la gobernación de mi comunidad me quita el sueño, España me daría vértigo". Admite, sin embargo, "que cuando oigo que me citan como posible sucesor yo me siento como gratificado, pero es la gratificación de esa vanidad o amor propio que todos tenemos". Concluye: "Yo no aceptaría ese cargo, pero veo a muchos compañeros que se postulan, en un alarde un poco inconsciente".
Su mujer, Ana, que era funcionaria contratada del Ayuntamiento y hoy trabaja en el partido, es una seguidora suya, pero sabe vivir su vida: todos los años pasa un mes en Inglaterra y también se va sola a esquiar. Viven todos en el palacio de Fuensalida, la sede del Gobierno, en una zona de despachos reconvertidos, y cuando las amiguitas de sus hijas van a verlas tienen que pasar controles: "La única forma de que tengamos una casa con vecinos, me dicen, es que pierda las próximas elecciones. O sea, que si no pierdo, me tendré que mudar". En compensación, recibe a la gente -5.000 personas al año, se ufana- en lo que fue el dormitorio de Carlos V, su actual despacho.
Debe de ser el único demócrata que no se alegró de la muerte de Franco. En cierta ocasión dijo por la radio que en aquella ocasión no sacó el cava, pero hoy puntualiza: "Sí me alegré del fin de aquella etapa tan negra. Lo que pasa es que, por mi experiencia con la muerte en mi familia, no puedo brindar cuando alguien se muere".
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