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¿Un debate de ideas ?

Emilio Lamo de Espinosa

Para la mayoría de los españoles, el debate en las filas del partido en el Gobierno responde a ambiciones personales de poder o enemistades acumuladas tras largos años de gobierno, y sólo parcialmente a divergencias ideológicas o políticas. Sin duda ello se debe a la pésima tarea realizada por renovadores o guerristas a la hora de exponer sus posiciones y divergencias teóricas o ideológicas.No resulta nada fácil saber qué renuevan los renovadores o qué defienden los guerristas.Pero, más allá de la oscuridad autista de sus debates y peleas, hay una realidad electoral profunda que está sobredeterminando ese debate. Pues desde 1986, y más aceleradamente en los últimos años, se está produciendo un corrimiento en la ubicación ideológica de los españoles.

Es sabido que el PSOE ganó triunfalmente en 1982 a causa de una inmensa mayoría de españoles que se posicionaban en el centro-izquierda. Efectivamente, la moda de la distribución ideológica de los españoles se encontraba en el 4 de la escala (la usual) que va de 1 (extrema izquierda) a 10 (extrema derecha). Prácticamente la moda (la posición más frecuente) coincidía con la media. Pues bien, el PSOE se encontraba también en esa misma posición 4, de modo que los líderes del socialismo no tenían dificultad alguna para articular un mensaje homogéneo de cara a la sociedad (un mensaje de centro-izquierda) y no tenían tampoco dificultad para aglutinar al PSOE en un único proyecto político. Sabían a quién tenían que movilízar y a quién tenían que hablar y, por tanto, qué mensaje tenían que transnmitir. Estaban, literalmente, subidos en la cresta de la ola, una ola que los arrastró de triunfo en triunfo hasta el pasado 6 de junio.

Estudios recientes muestran, sin embargo, un progresivo debilitamiento del centro-izquierda en favor de posiciones de izquierda y de centro. La distribución es hoy bimodal, con una moda en el 3 (donde se ubica un 15% del electorado) y otra, más fuerte, en el 5 (donde se ubica un 231/o), y un valle en el 4, justo donde antes se ubicaba la mayoría y que hoy acoge sólo a un 13%. Hay, pues, dos modas, si bien la media continúa alrededor del 4.

Ello quiere decir muchas cosas, pero me limitaré a sacar algunas obvias conclusiones. La primera es que el cansancio hacia el PSOE y sus políticas se traduce en una polarización del electorado entre la izquierda y el centro. En segundo lugar, el gran volumen de votos está en el centro y no en el centro-izquierda, mucho más cerca del espacio ideológico del PP. El problema en el futuro es así quién se lleva esa masa de votantes que se ha trasladado del centro-izquierda al centroderecha. La tercera consecuencia, y sin duda la más importante para nuestro tema, es que el PSOE tiene dificultades crecientes para articular un único mensaje homogéneo y un único programa político, pues las bases a las que se dirige se están bifurcando en dos alas separadas, de modo que las tensiones centrífugas hacia IU y hacia el PP son cada vez más fuertes. Tensiones que tienen que manifestarse dentro del propio partido en una pugna creciente entre su ala renovadora (que gravita hacia el centro) y su ala guerrista (que gravita hacia su izquierda). Ello explica el silencio de Felipe González, su ausencia del debate público, incluso la redundancia, repetición y vacuidad de sus escasas expresiones públicas, silencio que repite su partido y, de modo clamoroso, su Gobierno. No es que no quieran hablar. Es, más bien, que no pueden hablar, pues no. saben quién es su audiencia atrapados en una situación de doble vínculo, de doble lealtad electoral. El único modo de no equivocarse es no decir nada o decirlo de modo confuso para que cada uno lea lo que desea.

Por ello, el debate actual en el PSOE es, se quiera o no decir, un debate ideológico, si bien no ha Regado aún a ser de ideas. Hay dos electorados distintos tirando del PSOE en direcciones distintas. No estamos ante problemas de personas, sino de fuerzas sociales. El dilema, pues, es si el PSOE, en su congreso de marzo, será capaz de construir un mensaje político que sirva de fermento para reconstruir el centro-izquierda que le aupó y le mantuvo desde 1982. 0 si, por el contrario, abandona el centro-izquierda para darle la batalla clara al PP (y a CiU y PNV) en el centro-centro, hacia donde parece encaminarse una parte importante de su electorado.

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