El aristócrata también lloró
El duque también lloró. Si antes dos de sus tres compañeras de banquillo se habían derrumbado con lágrimas y sollozos durante los interrogatorios a los que fueron sometidas, Rafael Medina no fue menos. Las preguntas de su abogado, Francisco Baena, fueron suficientes para provocar ayer tarde una fuerte situación emocional en la sala.Medina rompió a llorar como un niño al serle mostrada una carta que su secretaria Mercedes Almeida le había escrito el 21 de febrero de 1993, donde, tras agradecerle su ayuda para intentar que abandonara la droga, le pedía que no malgastara su dinero en tratar de curarla. "Yo pienso que ella escribió esa carta con el corazón. Para mí fue un orgullo que reconociera que yo quería ayudarla", dijo entre sollozos. Su abogado remató la faena: "¿Piensa que con ella intentó usted hacer lo que no fue capaz de hacer consigo mismo?". El sí del duque casi estremeció a la sala.
Baena se esforzó en que su cliente dijera al tribunal que se enganchó en la cocaína a raíz de su separación matrimonial de la modelo Nati Abascal -"antes solo era una diversión, pero cuando pasó lo de mi mujer se convirtió en una medicina"-, así como que la muerte de su señor padre, el duque de Medinaceli, fue el trago más amargo de la vida de Rafael Medina.
El aristócrata reveló que un catedrático de otorrinolaringología le diagnosticó una "rinitis tóxica por cocaína" y que, pese a que lo intentó, no pudo desengancharse. Antes había explicado: "La cocaína tiene una virtud, entre comillas, que es que da una lucidez superior a la normal y además palía los efectos del alcohol. Cuando yo la tomaba, veía una realidad falsa que ahora no veo, gracias a Dios, ya que estoy totalmente desintoxicado. La cocaína es muy traicionera".
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