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La policía busca entre la colonia magrebí los tironeros que mataron a un cerrajero

La policía busca entre la población magrebí de Madrid a los dos tironeros que mataron a puñetazos y patadas al propietario de un taller de cerrajería que paseaba con su esposa, en la madrugada del pasado sábado, por la calle del Almendro (Centro). La víctima, Carlos Herrero Velasco, de 60 años, fue enterrada ayer en el cementerio Sur.El suceso se produjo sobre las dos de la madrugada, cuando Herrero y su esposa, Dionisia Lobo, de 57 años, regresaban a casa cogidos del brazo. Habían estado tapeando en las tascas del Madrid de los Austrias. De pronto, dos individuos les separaron bruscamente, le arrebataron el bolso a la mujer y comenzaron a golpear sin piedad a su esposo. Le dejaron moribundo en el suelo.

Los gritos de auxilio de Dionisia Lobo despertaron a algunos vecinos, que alertaron a la policía. Nada se pudo hacer para reanimar a la víctima.

De la voz apagada y llorosa de Dionisia Lobo sólo salía ayer una palabra: "Justicia". Pretende acudir al Rey para implorarle personalmente que los culpables paguen su crimen. "¿Por qué le mataron, Dios mío? ¿No tenían suficiente con llevarse el bolso , lloraba ayer desconsolada en su casa del barrio de Aluche.

La policía ha identificado a un agresor y analiza as huellas del bolso

"Le han matado en su Madrid, el antiguo, por el que tanto le gustaba pasear", repetía ayer, destrozada por el dolor, Dionisia Lobo. "Esta ciudad es receptiva con todo el mundo, pero, por Dios, ¿por qué tanta violencia?".Dioni, como la llaman sus allegados, no acierta a comprender que "dos seres humanos -sean blancos, negros o azules, da igual- puedan ser tan crueles por un simple bolso que sólo contenía 6.000 pesetas y un joyero con dos sortijas. De valor, poco más. El bolso y el joyero, sin las sortijas ni el dinero, fueron recuperados después por la policía. Las huellas que dejaron al abrir el joyero y el bolso van a ser claves para identificarles, indican fuentes policiales. La policía aseguró a la familia que uno de los agresores está ya identificado.

Ayer, tras el entierro de su esposo, y abrazada entre las lágrimas de sus hijos, Dionisia relataba la tragedia. Casi nunca salían. Su marido la convenció el viernes para tomar un chocolate con churros en el centro. La edad de sus tres hijos -dos varones y una chica- ya no era un impedimento. "Hacia las dos y diez de la madrugada, después de bailar en un mesón y ver escaparates, decidimos regresar a casa. íbamos agarrados del brazo por la calle del Almendro". De su hombro, pegado al de su esposo, colgaba el bolso. Observaron de reojo, detrás de ellos, a dos hombres. Uno fumaba y parecía tambalearse. No le dieron demasiada importancia. De pronto, escucharon como "un galope", y alguien que les separaba bruscamente.

Ella cayó al suelo; su marido, sobre un coche. Desde el suelo vio cómo daban puñetazos a su marido sin ningún miramiento. Después golpearon su cabeza contra la pared, asegura Dionisia. Su esposo, un hombre alto y de complexión física normal, se desplomó sobre el suelo, moribundo. No se detuvieron ahí. "Le daban patadas por todas partes", decía ayer Dionisia, con los ojos enrojecidos de tanto llorar, "me fui a gatas hacia ellos, pidiendo auxilio y compasión, pero volvieron a golpearme. Luego huyeron". De la cabeza de su esposo manaba mucha sangre, recuerda. Ella no dejaba de chillar. Sus manos se empaparon de sangre cuando le elevó la cabeza del suelo para abrazarle.

Los vecinos alertaron a la policía y a una ambulancia. La espera, entre cinco o diez minutos, le pareció "una eternidad". Los médicos intentaron reanimarle sin éxito. "Se murió entre mis manos", gemía ayer Dionisia.

Varias calles más abajo, dos policías que iban en un coche camuflado vieron a dos individuos magrebíes que caminaban con un bolso. Sospecharon que acababan de dar un tirón. Se acercaron a ellos y les quitaron el bolso. Pero hubo un forcejeo y huyeron. La persecución fue infructuosa, según la versión policial. En ese momento los agentes desconocían la trágica forma en que los maleantes habían arrebatado el bolso.

Desde la madrugada del viernes, numerosos ciudadanos magrebíes están desfilando ante la Brigada de Homicidios, en la calle del Marqués Viudo de Pontejos, para ser identificados, según fuentes policiales.

Dionisia niega que su esposo hubiese agarrado a uno de los asaltantes para evitar que se llevase el bolso. Rodeada de sus hijos y familiares más próximos, la mujer no daba crédito ayer al hecho de que le hayan "arrebatado" a su compañero de 40 años.

"Si no es justo que nadie mate para recuperar un bolso, menos aún lo es que maten para robarlo", reflexionaba un familiar de la víctima, mientras recordaba el caso del padre de Carlos Sainz.

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