_
_
_
_
_

La dosis perfecta de autodestrucción

Elsa Fernández-Santos

Granos en la cara, greñas, ropa de saldo, un poco de heroína y rock and roll. Kurt Cobain. y su mujer, Courtney Love, son la pareja perfecta. Al menos para los seguidores del grunge, el movimiento musical y estético pospunki que ha convertido la basura en la piedra preciosa de los noventa.El líder de Nirvana, su esposa -cabecilla del grupo Hole- y su hija de un año, la pequeña Frances Bean, viven felices -para ellos, la felicidad implica unas bofetadas y unos gritos de vez en cuando- en una moderna casa de Seattle, la ciudad que los ha parido musicalmente. En su hogar los discos y los libros están mejor en el suelo que en una estantería; el té se toma con tostadas y la lavadora sólo suena una vez al mes.

Más información
La 'fama' de Nirvana no llega a la Gran Vía

Hasta hace poco, a Courtney Love -que canta canciones como Una puta adolescente- y a Kurt Cobain les gustaba ser los Sid y Nancy de los noventa, pero el nacimiento de su pequeña hija ha cambiado el rumbo de su autodestrucción. "Ahora tengo una meta, educar a mi hija", dijo recientemente el líder de Nirvana esquivando una pregunta sobre su presunta adicción a la heroína. "Mis mejores canciones las he escrito bajo los efectos de la heroína", señalaba un año antes el cantante defendiendo su consciente y perseguida relación con la más profunda de las drogas. "Me propuse ser yonqui", afirmaba el músico de 27 años. Para Kurt Cobain, inconformista por naturaleza, el movimiento que él representa está ya demasiado extendido. Se ve en las pasarelas de la alta costura y los jóvenes con tarjeta de crédito le imitan rebuscando en los baratillos vaqueros y zapatillas de marcas sólo conocidas en almacenes perdidos.

"Dentro de 10 años me imagino muy bien en mi casa, con mi mujer y con mis hijos", señaló hace poco tiempo un sosegado Cobain. "Ellos son más que suficiente para mi felicidad. La música estará siempre ahí, quizá tendré otro grupo diametralmente opuesto a Nirvana", continuaba añadiendo el músico antes de dar otra vuelta de tuerca al revelar sus más íntimos gustos musicales: "A nuestros fans más radicales les cuesta admitirlo, pero tendrán que aceptarlo. Adoro a los Beatles". "También siento una admiración sin límites por Neil Young, que nunca le ha dado a la gente lo que ésta esperaba. Me gustaría envejecer como él, que se me considerara como un compositor de canciones y no sólo como el líder del grupo Nirvana".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_