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Salinas y Juanele salvan la primera prueba

España empieza con discreción ante Portugal su preparación para el Mundial

Xosé Hermida

Fibra, carácter y velocidad. España sacó adelante un encuentro que se revolvía en el tedio con las armas preferidas de Javier Clemente. La selección ganó a Portugal en una primera parte insufrible y acabó cediendo el empate en la segunda, cuando el equipo nacional apeló al coraje aderezado con la habilidad de Juanele, un feliz debutante. Enfrente tuvo un equipo técnico, de aspecto aseado, pero de ideas planas y movimientos de tortuga. Poco aportó el partido que no se le haya visto ya al conjunto de Clemente. Aunque de fútbol sigue sin parecer sobrado, la rabia le sale a borbotones.Clemente se decidió a insuflar estilismo al equipo nacional, pero sólo con cuentagotas. El sostén del juego español volvió a ser más el músculo que otra cosa. La presencia de los defensas Otero y Camarasa jugando casi como verdaderos interiores, fue la mejor prueba. Un poco más adelante se colocó la línea estética: Felipe, Guerrero y Fran.

Precisamente la aportación de Fran y Guerrero ofreció algunos retazos interesantes en el arranque del partido, pero sólo pequeños detalles según avanzó el partido. Con tanta robustez en el medio campo, España no tuvo ningún problema para expropiar la pelota a su rival, el típico conjunto de buen toque pero lento y blandengue hasta la exasperación. De poco le sirvió a los de Clemente el manejo del balón. Lo guardaron en la caja fuerte, tiraron la llave al mar y se quedaron mirando ensimismados a su rival.

Felipe salió del anonimato en el minuto 39 con un par de raterías al borde del área. Su siguiente aparición fue de las que rompen los partidos. Con mucha picardía, acabó un balón que sobaba sin sentido la defensa portuguesa, se lo puso en la bota a Salinas y el barcelonista sacó a relucir su viejo oficio de goleador: esperó sin inmutarse la salida de Vítor Baia y le fusiló por bajo.

El descanso trajo el previsible rosario de cambios de los partidos amistosos: cuatro por España y tres por Portugal. En circunstancias normales, un revolcón así descompone el encuentro, pero como el de ayer languidecía de pena, lo que hizo fue aportarle todas las vibraciones de las que careció en la primera parte.

En España, los nuevos parecieron interpretar mucho mejor el fútbol que le gusta a Clemente, sobre todo el impulsivo Luis Enrique por la banda izquierda e Hierro en el centro, bastante más afortunado que Nadal en los desplazamientos largos. Juanele reveló en su debú una explosiva mezcla de nervio y habilidad, mientras por la derecha surgió un sorprendente Otero, cuya velocidad causó numerosos daños en la retaguardia portuguesa.

La pasividad de la primera parte dio paso a un escenario embarullado, heterodoxo, pero con algunos fragmentos vibrantes. Por fin España logró enclaustrar a su rival mientras Luis Enrique y Juanele buscaban el gol sin desmayo. Pero los cambios también habían transformado a Portugal. Figo y Domingos inyectaron la velocidad que le faltaba y por primera vez los lusitanos dieron sensación de peligro. Además, en un par de ocasiones la defensa española les echó una mano. En la segunda, en el minuto 71, López desvió a la portería de Zubizarreta un tiro de Vítor Paneira.

A partir de ese instante, el encuentro ya no tuvo tregua. Sólo cuatro minutos después Juanele le robó la cartera a Nogueira y dio una nueva ventaja a España. Fue la gloria para uno de los debutantes. Al otro, Larrainzar, le esperaba el infortunio en el minuto 80 cuando cometió un penalti de pardillo sobre Domingos, que permitió a los portugueses alcanzar el empate. España no pudo ganar pero a falta de virtuosismo demostró al menos en la primera prueba que para la guerrilla no le faltan cualidades.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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