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Del trato con los amigotes

Los urbanícolas tienen una gran ventaja sobre los habitantes de aldea: el fácil acceso a los amigotes y al despendole. Quienes viven alejados del mundanal ruido han de buscarse a sus compinches en el pueblo de al lado. A pesar de la opinión esquiva de madres, esposas, novias y moralistas, los calaveras son necesarios.Los amigos son espiritual s; los cómplices, espirituosos. Sin amigos no se puede vivir, pero sin un audaz vivalavirgen las parrandas derivan en bostezo, en sentimiento fláccido de la existencia. Ahora bien, por más que bramen los cínicos tristes y los savonarolas frustrados, la inmensa mayoría de los mortales precisa de esporádicas francachelas para no perecer. Y a quien Dios se lo dé, que san Pedro se lo bendiga. Y en manos está el pandero que lo sabrán bien tañer.

Conviene, sin embargo, hacer algunas acotaciones al respecto. "Todo lo cotidiano es mucho y feo", dijo Quevedo. Es decir, a los amigotes hay que catarlos con mesura y parsimonia, porque de lo contrario pierden su encanto, de igual modo que sucede con las ostras, los montecristos, el champaña francés y los amores furtivos. Para disfrutar del sosiego hay que conocer la vorágine. Por otra parte, un comparsa de jaranas nunca debe ser alma gemela, para eso ya están los espejos y uno mismo.

El amigote ha de ser montaraz sin que se note demasiado; asilvestrado sin dar el cante; leal y discreto en el desmadre; hablador, mas no lenguaraz; taimado, pero no puta; vertiginoso, pero no culoinquieto; informado y no informador; golfo, pero no perdulario. Aunque no es imprescindible, conviene que sea calvo, porque los calvos toman el pelo con melancolía, están amancebados con la ocasión y han echado tantas canas al aire que ya no necesitan ni pelo para soltarse la melena. Un buen compañero de fatigas, si bebe, tiene que saber mearlo y no meterse en camisa de once varas por . un quítame allá esas pajas o esos polvos.

Todo lo expuesto vale para las mujeres. Aunque son mucho más listas que los hombres, también tienen propensión a la risa; no en vano proceden de una coáquilla de Adán y por eso son tan graciosas. Sin embargo, aquí topamos con su talante desconfiado y con problemas linguisticos. ¿Deben ellas juntarse con amigotas? ¿Deben buscar la compañía de golfas? ¿Están en igualdad ¿le condiciones los hombres públicos y las mujeres públicas? ¿Es lo mismo un calavera que una calavera? Doctoras tiene el feminismo que lo sabrán responder.

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