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El mendigo que se culpa de ocho crímenes, pedía a los médicos que le llevaran a la cárcel

Francisco ha confesado ser el autor de 11 asesinatos cuyo nexo es, casi siempre, de tinte sexual. Ocho de ellos -en los cuales se han hallado los restos mortales- tuvieron en común haber sido causados con un golpe en la cabeza o unas cuchilladas, siempre por la espalda. Eran conocidos, con quienes bebía o vagabundeaba. Los cuerpos sufrían bárbaras mutilaciones, y a veces eran quemados tras haber servido como objeto de deseo sexual para el asesino. Francisco tenía predilección por los cadáveres (necrofilia).Estas ocho muertes -entre 1987 y 1993- corresponden a casos que la sección de Homicidios de la policía tenía sin resolver. Tres más se los atribuye él y dice que arrojó los cuerpos en un pozo en el que ahora excava la policía siguiendo sus indicaciones. La cabeza de su primera víctima, una mujer que mató en 1987 y decapitó, también fue depositada por el vagabundo en el mismo pozo. Ayer, un equipo de policías revisaba los escombros que varios obreros iban sacando de un pozo en un solar en la esquina de la calle de Arturo Soria. El día concluyó sin que sus trabajos arrojasen ningún fruto.

El impulso psicópata

La policía considera a Francisco el primer asesino en serie que ha matado en Madrid. "Yo sentía un impulso irrefrenable", dijo a los agentes el vagabundo. Siempre ocurría cuando, al. vino, se sumaban unas pastillas de Rohipnol (un hipnótico). Cuando la víctima le daba la espalda, una piedra o un cuchillo acababan con su vida.

El caso criminal más parecido al de Francisco es el de Manuel Delgado Villegas, el Arropiero, considerado como el mayor asesino de la reciente historia de España. Comparado con Jack el Destripador, se le imputan 22 homicidios, entre ellos el de su novia Antonia Rodriguez Relinque, informa Jesús Duva.

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El Arropiero, tras ser detenido el 18 de enero de 1971 en el Puerto de Santa María Cádiz, confesó durante los interrogatorios una larga serie de crímenes y actos de necrofilia. La lista se hacía tan extensa que los agentes llegaron a pensar que se atribuía semejante relación de horrores por simple afán de protagonismo.

Delgado Villegas, que ha pasado 23 de sus 50 años años de vida recluido en hospitales psiquiátricos penitenciarios, no ha sido juzgado nunca. Está preso en virtud de un simple auto de la Audiencia Nacional. Actualmente está internado en el psiquiátrico de Fontcalent (Alicante).

Francisco, por su parte, es un hombre diagnosticado en el hospital Psiquiátrico de Madrid, donde ingresaba a temporadas, de esquizofrenia paranoide, alcoholismo y psicopatía (un transtorno de personalidad con conducta antisocial e impulsiva sin sentimiento alguno de culpa). "Por ser psicópata, se sentía más identificado con los criminales, más seguro en un clima lleno de restricciones, más recogido", dicen fuentes del hospital psiquiátrico, "el entorno de libertad, sin referencias y límites claros del hospital le agobiaba mucho". Por ello pedía volver a un sitio en el que había pasado 12 años. La policía asegura que Francisco cumplió condena por violación y robo. Fue excarcelado en 1986. Un año después, según las pesquisas, comenzó a matar.

Los deseos del vagabundo coincidían con la impresión que sobre su caso tenían sus médicos, que consideraban que un hombre así no debía estar en un hospital de puertas abiertas para enfermos mentales. "Lo que ocurre", dicen fuentes del centro sanitario, "es que a nadie se le puede privar de libertad si no ha cometido un delito y no es algo que se le pueda plantear a un juez. El hecho de sentirse más a gusto entre delincuentes es moneda común entre este tipo de personas".

Francisco, un hombre callado y poco inteligente, ha llegado varias veces al psiquiátrico custodiado por policías por profanar tumbas en el cementerio de la Almudena, cercano a la casa de su madre. Fuentes del centro aseguran que otras veces iba allí él solo, muy agitado, y forzaba su ingreso diciendo al llegar: "He matado a alguien". Solía mejorar, pero sobre él pesaba, paradójicamente, el ambiente de libertad del hospital.

Otro lugar donde Francisco pasa a temporadas largas era la casa de su madre. La única vecina que tiene trato con Francisco y su madre, la señora que limpia el inmueble, explicaba ayer que él, a quien siempre llama Paco, la trata con normalidad, aunque siempre es parco en palabras: "Nunca vi en él nada extraño, pasaba aquí largas temporadas, tiene su habitación, y muy arreglada, por cierto. Entraba con su llave y no molestaba a nadie. Salía siempre con una bolsa y decía que se iba dar una vuelta. Su madre, viuda, se arregla con la pensión, y él no le pedía dinero".

Un empujón a una vecina

Esta vecina sólo recuerda un incidente que sucedió hace pocos meses: "Tenía el día raro, y cuando vio bajar a una vecina la empujó y cayó rodando escaleras abajo". Ello puede relacionarse con sus ideas paranoides respecto a los vecinos. La misma mujer afirma que la madre padece de alguna enfermedad: "No es una mujer espabilada, está un poco para allá". Lo mismo cuenta del difunto padre de Francisco. La madre estaba anoche sola en su casa, la más pequeña de las tres vivendas por piso que tiene el inmueble. A los timbrazos respondía con ladridos su perrito. "Ahora, de noche, tiene miedo, porque vive sola, no abre la puerta a nadie", afirmaba la vecina.

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