_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Una falacia inútil y caprichosa

El Gobierno español ha informado al Parlamento que en abril dio por concluidos los programas privados de acogida de refugiados bosnios en nuestro país.Se ha aducido la necesidad de ayudar in situ a las víctimas de la guerra a través de la ayuda humanitaria que prestan las fuerzas de Naciones Unidas, y muy especialmente las españolas, y la voluntad de no colaborar siquiera indirectamente con la limpieza étnica de los serbios.

Esta decisión de cerrar la puerta a los refugiados bosnios se completa con la creciente decisión del Gobierno de exigir visado a los ciudadanos de la República de Bosnia-Herzegovina.

Es un escándalo que debe remover la conciencia y la opinión nacional sobre la solidaridad con Bosnia. Nos encontramos ante una clásica falacia de confusión, que trata de evitar la discusión sobre el fondo del asunto. Y más cuando arguye este sofisma quien desde el Gobierno ha desarrollado el discurso de la solidaridad con mayor despliegue de medios informativos. en todos y cada uno de sus pasos en relación con el drama balcánico. Se trata además de una falacia inútil y caprichosa que no es digna de la generosidad demostrada con Bosnia por España allí.

El Gobierno se niega a continuar y coordinar las iniciativas de organizaciones sociales que contribuyen también a que nuestro país ejerza un papel importante en esa política de solidaridad europea, de la que habíamos estado ausentes.

Si somos importantes en el concierto de naciones, si nuestra política en los Balcanes tiene por primera vez relieve, es además de todo, porque la sociedad española se ha movido, ha reaccionado con ejemplaridad en ayuda de las principales víctimas de la guerra y la violencia. Y las razones aducidas por el señor Solana ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso no se tienen de pie o nos hacen sonrojar, porque la acogida de refugiados bosnios en España no puede constituir obstáculo alguno al enorme esfuerzo que realizan allí nuestros soldados y nuestros voluntarios.

Mucho menos cabe admitir que la generosidad de la sociedad española contribuye indirectamente a la política de limpieza étnica. Hay que ayudar allí y también aquí. Y ¿cómo se puede decir que una política de acogida contribuye a desplazar a quienes ya han sido desplazados, a quienes ya han sido expulsados por la fuerza de sus hogares? ¿Cómo se puede mantener que de esta manera se colabora con la agresión serbia?

La única razón que aparece detrás de este auténtico cerrojazo a la política de acogida es la dificultad de la Administración para coordinar la acción de las organizaciones sociales que se ofrecen a recibir a estos refugiados. Pero no parece lógico que la ineficiencia o las limitaciones de gestión de la misma Administración sea aducida para una decisión tan inexplicable como injustificada. Sobre todo cuando, además, esta decisión parece obedecer al recelo de una Administración que cree todavía en la necesidad de dirigir y controlar el complicado mundo de la solidaridad, que desconfía de la libre iniciativa de las organizaciones no gubernamentales y que en la duda o el temor prefiere cerrar un programa a confiar en los recursos y la imaginación de la sociedad. Y esta situación es aún más sangrante porque cuando se concluye el programa privado no se desarrolla o amplía el programa público. Conviene recordar que la cuota oficial es de 1.000 personas y sus familias, y que está limitada a los prisioneros bosnios y no se extiende a otras víctimas, como, por ejemplo, las mujeres violadas... España, pues, aplica una política de acogida oficial muy limitada.

Por eso hay que pedir la reanudación de los programas privados y la ampliación de los programas oficiales. Si no al bloqueo militar, al bloque físico añadiríamos un bloque administrativo que no se corresponde a lo que nos exige la voluntad demostrada por el pueblo español de ayudar a Bosnia. Porque no hay que olvidar que no se trata de emigrantes voluntarios, sino que los echaron de sus casas, que no querían irse y fueron obligados a dejarlo todo.

Cabe también pedir una política generosa de visados que mantenga también vivo el vínculo, cada vez más amenazado, entre Europa y Bosnia. Porque todo va unido, política de refugio y política de visados, política de solidaridad y política a secas. No caben excusas y no cabe, y menos ahora, cerrar la puerta y echar el cerrojo a las víctimas de la guerra.

es diputado por Córdoba y secretario de Relaciones Internacionales del PP.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_