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Reportaje:

Con Lagartijo topó la iglesia

Hace un siglo, la retirada del célebre torero en Madrid deslució la procesión

El centenario del nacimiento de un escritor, el aniversario de la muerte de un estadista, el recuerdo de una revolución o un magnicidio... Las efemérides son parte consustancial del periodismo. Y, sin embargo, 1993 está a punto de terminar sin que se recuerde una efeméride trascendental. Por lo menos para los aficionados a la fiesta nacional: se cumple una centuria de la despedida de Rafael Molina, Largartijo, uno de los mejores matadores de todos los tiempos.A finales de mayo de 1893, los padres de la Iglesia andaban un tanto desconcertados: la hora de su tradicional procesión del Corpus, uno de los acontecimientos más lucidos de todo el calendario eclesiástico y profano, iba a coincidir con el corte de coleta de Rafael en la plaza de Madrid. Esto era grave: muchos de los altos cargos civiles de la procesión perderían la corrida, y quién sabe cuántos fieles -y hasta sacerdotes- tendrían que hacer una dificilísima elección.

Pero tal revuelo no ha de sorprender. En aquellos tiempos, sin coches ni fútbol ni televisión, los toros eran algo fundamental en la vida española. Es más, hasta tres años antes, Lagartijo había sostenido con Salvador Sánchez, Frascuelo, probablemente la rivalidad más gloriosa de toda la historia del toreo. Mantenían dividido no sólo al pueblo llano, sino a políticos, intelectuales y artistas. Los críticos, igualmente parciales, pusieron a los dos diestros los apodos más estrafalarios: Largartijo, un cordobés de maneras pausadas y elegantes, era El Califa o Aquiles. El eminente historiador Cossío afirma que "con Lagartijo se empieza a hablar de arte en los toros".

Y ahora, a los 51 años de edad y ya en franco declive, se despedía con una serie de cinco corridas como único espada, la última de ellas -última de su vida- en Madrid, donde era popularísimo. La empresa había subido los precios escandalosamente, era vox pópuli que el dieso iba a percibir la cifra astronómica de 10.000 duros.

Para lograr una entrada algunos aficionados guardaron cola durante tres días y tres noches. El gobernador ordenó que se vigilase la taquilla para impedir "preferencias ni recomendaciones de ningún tipo". Amigos del diestro tenían pedidos no sólo el traje de luces y los utensilios de torear, sino, en palabras de un reportero, "hasta el palillo de dientes que use en el almuerzo precedente a la corrida final".

Presiones militares

Pero ¿y eso de la coincidencia de hora? Primero se había sugerido que la corrida se celebrara con un día de retraso, a lo que se negaron torero y empresa. Luego, según El Heraldo de Madrid, "algunos elementos militares de esta guarnición" ejercieron presiones para que se cambiara la hora de la procesión, una iniciativa refrendada por Largartijo, quien "dirigió respetuosísima exposición, con centenares de firmas, al señor arzobispo obispo de Madrid-Alcalá, quien con la bondad infinita que le caracteriza accedió".Sea como fuere, el caso es que la Iglesia, con todo el poder que entonces tenía, adelantó el desfile hasta las diez y media de la mañana. Esto no sólo sorprendió -apenas tres años antes se había recibido un permiso especíal del Papa para celebrarlo por la tarde-, sino que escandalizó. El crítico F. Bleu afirmó que las autoridades eclesiásticas, "temiendo la competencia que la retirada del coloso taurino iba a hacerles" habían dado con su decisión "pruebas de la escasa confianza que les inspiraba la firmeza de creencias de madrileños y madrileña?. El Imparcial pidió a la Iglesia una explicación para que "la malicia interrumpiese sus ironías y sus desvaríos". La Iglesia guardó silencio.

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¡Pero qué más da! ¡A los toros! Para captar el enorme ambiente, Barquero, de El Heraldo, comenzaría su reseña -en parte versificada, como era común entonces- con la observación de que "¡en toros, en vinos, en juerga y mujeres / jamás pueblo alguno al nuestro venció!".

El cielo estaba encapotado, gris. Los toros de Veragua, ganadería de postín, dieron poco juego. Encima, Rafel expuso muy poco, anduvo desentonado con los aceros y hasta fue volteado y pisoteado por el cuarto astado. El público se enfadó muchísimo. En parte por los precios desorbitados, a Rafael -que siempre había tenido una merecida fama

¿Y la procesión de ese clero? Hubo "menos solemnidad que en los años anteriores, tal vez por la lluvia", que obligó a que "los estandartes de las parroquias tuvieran que guardarse en muchos portales para no mojarse". Decepcionó "lo corto del trayecto" por la calle de Toledo. Apenas animaron la cosa Ias mujeres. muy bonitas que arrojaban al paso de la Sagrada Custodia muchas flores naturales". Nada: aquel día en Madrid la verdadera procesión -la única- pasaba por la plaza de toros.

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