Amenazas rusas
LA COMPOSICIÓN de la nueva Duma (Cámara baja) rusa parece que será más equilibrada de lo que inicialmente se dijo, y la superioridad de Zhirinovski no será tan aplastante. Ello se explica porque la elección por mayoría en pequeños distritos favorece a los jerarcas locales, ligados bien a los comunistas bien a Opción de Rusia, el actual partido gubernamental. En todo caso, ello no modifica el hecho político fundamental de estas elecciones: la aparición, con Zhirinovski, de una fuerza ultranacionalista, de perfil profascista y racista, con un apoyo de masas que la coloca en el primer lugar del espectro político ruso. Pero esa composición más equilibrada del Parlamento permitirá a Yeltsin, con los enormes poderes que la Constitución le confiere, maniobrar con más holgura con los grupos parlamentarios e intentar evitar que una oposición compacta pueda paralizarle.
Zhirinovski se esfuerza ahora por presentarse como un moderado. Ante la reorganización de Gobierno que Yeltsin está preparando, se estudia la posibilidad de que ingresen en él representantes del partido de Zhirinovski, hipótesis que éste parece no descartar. En todo caso, se apunta ya que serán la política económica y la exterior las más afectadas por el resultado electoral. Es de suponer un frenazo en la liberalización económica, mayores esfuerzos en favor de la industria estatal, sobre todo la militar, y un aumento de las medidas de protección social.
Pero la principal preocupación está en la política exterior. No ya por las ideas de Zhirinovski -demenciales en muchos aspectos-, sino porque en la propia política de Yeltsin se ha empezado a manifestar en el último periodo cierta inclinación hacia posiciones nacionalistas, bien vistas, por lo demás, por un Ejército cuyo papel es más decisivo desde el ataque al antiguo Parlamento. En su obsesión por apoyar a Yeltsin, Occidente no ha prestado la atención debida a la nueva "doctrina inilitar" que otorga al Ejército ruso misiones de "defensa de la seguridad" en los países que fueron parte de la Unión Soviética, en muchos de los cuales permanecen tropas rusas. Con la influencia acrecentada del ultranacionalismo que simboliza Zhirinovski, aceptar ese papel de Rusia como protectora de su antiguo imperio podría tener efectos imprevisibles.
En ese marco se plantea el problema de la ampliación de la OTAN: la actitud de la CE y de EE UU ha sido dar largas a la demanda de los países centroeuropeos con fórmulas de "cooperación amistosa", pero excluyendo la garantía de seguridad. El tema se complica con la demanda de los tres países bálticos de recibir una garantía de la OTAN. Lo cierto es que ésta es hoy la única organización capaz de dar alguna seguridad a los países que se sienten amenazados por la demagogia de Zhirinovski. Cabe esperar que éste no tendrá nunca la posibilidad de pasar de las palabras a los hechos; pero en 1996 se presentará a la elección presidencial y no se puede descartar que el presidencialismo de la Constitución acabe facilitando una política descabellada. En ese marco debe considerar la OTAN su eventual ampliación.
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