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El triste fin de los o cines rurales

La aventura de varias salas de pueblo para sobrevivir

Vicente González Olaya

Apenas superan la docena, un día sueñan con los aplausos del público y a la jornada siguiente sólo piensan en dejarlo todo. Mantienen abiertas sus pequeñas salas de cine en reducidos municipios de la Comunidad de Madrid. Se consideran abandonados y humillados. Son exhibidores cinematográficos rurales y están a punto, en la mayoría de los casos, de cerrar definitivamente el proyector. Los tres reciben subvenciones de la Comunidad de Madrid, no más de un millón.La hija de Benita y Antonio enfermó. El médico recomendó para su curación "que tomase aire puro de la montaña". El matrimonio Jiménez decidió entonces trasladarse a Guadalix de la Sierra (1.786 habitantes). Compraron una casa y comenzaron a pensar en cómo ganarse la vida lejos de Madrid. Antonio, un simple aficionado al séptimo arte, enseguida se decidió: levantarían el mejor cine de la sierra. Durante tres años, y trabajando diez horas diarias, fueron levantando su propio local.

El 28 de julio de 1981, y tras el visto bueno de los arquitectos, inauguraron el cine JH (Antonio Jiménez y Benita Hernán) con 320 butacas. Spielberg, con ET, logró ocho llenos consecutivos. Daniel el travieso, el mes pasado, no consiguió vender ni una entrada. "Pero nuestra mayor frustración fue La vida de Paco Camino. La gente venía al cine porque creía que era una película de toros. Lloré mucho cuando veía que el público se marchaba del local".

Crisis al aire libre

Los cines de verano no tienen mejor suerte. Ángel Domínguez y Damián León trabajaban juntos como transportistas. Hace nueve años, y con algunos ahorros, decidieron construir un cine al aire libre en Villamanta (1.229 vecinos).Ahora, "tras muchos sinsabores y disgustos", piensan cerrarlo. "En algunas películas hemos perdido hasta 20.000 pesetas. Somos gente modesta que no podemos soportar estas pérdidas. La subvención que nos da la Comunidad de Madrid apenas nos sirve para mantenernos". Afirman traer de Madrid las mejores películas del momento, "pero nunca sabemos cómo va a reaccionar el público". La bella y la bestia ha sido su mayor éxito. "Llenamos ocho veces consecutivas". Sin embargo, Un abril encantador fue un estrepitoso fracaso. "Nadie vino al cine", dicen.

La escasa población estable de la zona les obliga a abrir sólo los fines de semana. Cada día proyectan una película diferente, en una única sesión que realizan a las once de la noche.

"En este pueblo", dicen, "es dificil que un filme aguante dos pases seguidos". Recuerdan que, en alguna ocasión, asistieron sólo dos espectadores. "No suspendimos la película por vergüenza".

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Su local, con una capacidad para 500 espectadores, tiene un aforo medio en verano de 30 personas. Ángel corta las entradas vendidas y Damián acomoda al público. Sus esposas se sientan en la taquilla y limpian el local tras las sesiones. "Sería imposible contratar mano de obra". Ambos socios están considerando cerrar definitivamente la sala. "Perdemos mucho dinero y la afición no da para tanto".

El caso de Juan Carlos Jiménez, propietario de la única sala existente en Villarejo de Salvanés (5.008 habitantes), es diferente.

Por amor al arte

Su padre le inculcó el amor por el séptimo arte. A lo largo de los años, la familia Jiménez llegó a inaugurar 13 locales en toda la comarca.El exhibidor culpa del mal estado de la cinematografia rural a las productoras y a la cuota de pantalla. Se les obliga a proyectar hasta un 30% de películas españolas a lo largo del año. "Además, para alquilar un filme de éxito tienes que cargar con otros que nadie quiere ver". Jiménez asegura que la Paramount le obligó, en una ocasión, a coger 85 películas para poder llevar Tiburón. "La mayoría las tuve que devolver sin proyectarlas. Desde entonces, no trabajo con ellos". El empresario afirma que, por esa razón, en Villarejo de Salvanés nunca se proyectará Parque Jurásico, de la Paramount.

El exhibidor se queja de que el resto de las productoras también les obliga a alquilar, "aunque menos", películas que nunca proyectarán. "Ni siquiera están dobladas", afirma. "Muchas de ellas nos vienen con sonido directo y no las puedo proyectar. A nadie le interesa lo que se ve en los pueblos".

Jiménez, coleccionista de máquinas de proyección antiguas, asegura no tener nada contra el cine español. "El crimen de Cuenca fue uno de mis grandes éxitos. El público no cabía en la sala". Al empresario le brillan los ojos cuando recuerda también el éxito de El guardaespaldas, pero rememora la proyección Beltenebros. Nadie apareció por el local.

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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