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Diana quiere retirarse

La princesa de Gales renuncia a la vida pública y reabre la crisis de la sucesión

Enric González

Se acabó. La princesa Diana de Gales anunció ayer su retirada. La mujer más famosa del mundo cedió al fin a la presión de palacio, al agobio de las cámaras, a su insostenible situación de futura reina consorte sin consorte. A partir de enero, Diana de Gales abandonará casi todas sus actividades oficiales y se concentrará en la educación de sus hijos.El dramático anuncio, efectuado ayer en Londres por una princesa con ojos húmedos y voz trémula, llegó justo un año después de que el primer ministro, John Major, anunciara ante el Parlamento la separación formal de Carlos y Diana. Todas las dudas quedaron disipadas: el año que viene habrá divorcio, eso está ya claro, y la familia real británica se habrá desprendido de su miembro más popular e impredecible.

Un portavoz del primer ministro comentó ayer en Dublín, donde John Major estaba reunido con su colega irlandés Albert Reynolds, que el anuncio de Diana había sido "discutido y pactado con Downing Street durante el martes y el miércoles". Antes había recibido el beneplácito de Isabel II. El portavoz no quiso extenderse sobre las implicaciones constitucionales de la retirada de Diana, pero éstas eran obvias: quedaba definitivamente abierta la puerta del divorcio, y por tanto, Carlos se convertía en un heredero libre, pero cargado de problemas.

La Iglesia de Inglaterra, encargada de las coronaciones, ha hecho saber una y otra vez que no coronaría a un rey divorciado o casado en segundas nupcias. Tal como quedaron ayer las cosas, la apuesta sensata era la del joven rey Guillermo, que será mayor de edad en el año 2000. Su padre, Carlos, se perfilaba con más claridad que nunca como un eslabón perdido, una simple brecha entre su madre y su hijo, una sombra triste y huidiza en el río dinástico. Diana compareció ayer en un acto de la Asociación de Traumatismos Craneales, uno más entre 250 actos anuales. Nadie esperaba nada especial. Pero al término del almuerzo, en el hotel Hilton de Londres, la princesa no pronunció el esperado mensaje de compasión hacia el prójimo. Por el contrario, tomó una cuartilla y, con voz trémula, dijo adiós: "Hace un año [cuando se dio a conocer la separación] hablé de mi deseo de continuar mi trabajo. Lo he hecho durante todo el año que ahora termina. Sin embargo, la vida y las circunstancias cambian", leyó.

"Cuando inicié mi vida pública, hace doce años, era consciente de que los medios de comunicación iban a interesarse en cuanto yo hiciera. Pero no podía predecir hasta qué punto ese interés se haría abrumador, ni hasta qué punto iba a afectar mis deberes públicos y mi vida privada, de una forma que ha sido muy difícil de soportar. A final de año reduciré mi vida pública (...) Mis hijos seguirán siendo mi prioridad ( ... ) Gracias a todos, desde el fondo de mi corazon concluyó Diana.

Las conversaciones de paz para Irlanda del Norte, la situación económica, todo quedó eclipsado para el público británico. Diana se iba. La familia real volvía al punto de partida, al núcleo duro de una dinastía alemana, distante y problemática. La sucesión de Isabel II quedaba más abierta que nunca. Y el glamour se esfumaba. Se acabó el sueño.

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