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Condenado a trabajar

Un profesor de teatro de 71 años cotizará 15 si quiere jubilarse

A su edad, con salud y suerte, la mayoría de las personas gozan de una jubilación, viajan con el Inserso, pasean por los parques, leen periódicos en los bancos de las plazas, o se dedican a cuidar a sus nietos.Sin embargo, Alfonso Graíño está condenado a trabajar durante 15 años si quiere optar a la jubilación mínima regulada por el Ministerio de Trabajo. Exiliado de la guerra civil, Graíño trabajó durante 20 años como director del Teatro de Bogotá en Colombia.

Cuando regresó a España, hace poco más de diez años, su país le recibió con una sorpresa: no existía ningún tipo de convenio laboral entre España y Colombia que reconociera que él había estado empleado en el país suramericano. "Tenía todos los papeles que atestiguaban mi trabajo allá, pero no servían de nada", recuerda.

Según fuentes del Instituto Nacional de Seguridad Social (INSS), al no haber ningún tipo de convenio entre España y Colombia "debería haber suscrito un convenio especial con la Seguridad Social española. Su caso es excepcional".

Alfonso Graíño trabaja desde hace diez años en la Escuela Municipal de Teatro de Alcorcón (140.000 habitantes). Forma parte del personal laboral permanente, ya que de ser funcionario municipal "hace tiempo que tendría que estar jubilado". Imparte clases de teatro 35 horas a la semana a un centenar de jóvenes. De no ser porque hace lo que siempre ha sido su vida hubiera abandonado.

La vida le ha enseñado a aclimatarse a cualquier circunstancia. A los 15 años le sorprendió la guerra civil y se alistó voluntario en el Ejército republicano. Pasó una temporada en un campo de concentración francés. La guerra se acabó y emigró a Santo Domingo. De allí pasó a Bogotá y de la capital colombiana a Chile.

También trabajó Graíño como profesor de español y doblador de películas en China. Estaba casado con una colombiana y tenía cuatro hijas. Durante 20 años compaginó su cargo de director del Teatro de Bogotá con la televisión. "Era la época de los culebrones".

Después de volver a España -"quería estar en mi país"-, no le fue fácil encontrar trabajo. "Hice títeres en el Retiro", afirma con nostalgia. Es de los que piensa que "la jubilación no es una obligación, pero sí un derecho", y tiene claro que trabaja para vivir; "no vive para trabajar".

No hace rayas en ninguna pared, pero sí cuenta los años que le restan para jubilarse. "Con un poco de suerte y si me reconocen el año y medio que estuve en Francia trabajando, me quedan tres y medio". Entonces recibirá entre un 50% y un 60% de su sueldo actual, que no llega a las 200.000 pesetas.

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