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Tribuna
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Muertes sin moraleja

Quince muertos en tres accidentes de carretera casi simultáneos. Cuarenta en un fin de semana. Más de 5.000 en un año. De ellos, cerca de 1.500 eran jóvenes de menos de 25 años. Demasiado pronto para que salga el rótulo de fin en la película de sus vidas. Escalofriantes números con la guadaña al hombro. En la mayoría de los siniestros, causas comunes. Altas horas de la madrugada y exceso de velocidad. ¿Cómo es posible que seamos tan estúpidos como para arriesgar la vida, nuestro bien más preciado, dejándonos llevar por la atracción del ruido de un motor sobreacelerado?El problema radica en que los que se dan cuenta de verdad ya no lo pueden contar o arrastran sus miserias por los hospitales. El resto contemplamos la realidad con terror, nos compadecemos de la mala suerte ajena e incluso echamos la vista hacia otro lado cuando agresivas campañas nos recuerdan la estrecha línea que separa el disfrute de la existencia con una existencia infernal. Pero, a la hora de la verdad, una copa de más, una demostración de poder motorizado, una absurda apuesta, una mala interpretación del concepto de vida intensa o simplemente el chulesco "a mí eso no me puede pasar" hacen olvidar todo.

Doctores tiene la iglesia que se afanan por pasar por el filtro de la razón esta proliferación de ataúdes. Que si el alcohol, las drogas, la fascinación que provoca la velocidad, atractivas publicidades de cáscaras de cacahuete con potentes motores, la rebeldía juvenil, la insatisfacción provocada por un futuro sin esperanza, malas carreteras o simplemente una cuestión de probabilidades. Cinco mil muertos anuales no pueden tener una causa única. La solución no se encuentra en leyes Corcuera, ni en controles de alcoholemia, ni en multas de muchos ceros. Ocurre lo mismo que con las drogas. La persecución nunca ha obtenido grandes frutos. Me decanto por una educación que logre dentro de unos cuantos años un giro en algunos conceptos tradicionalmente considerados como distintivos de la juventud, como la inconsciencia, el riesgo incontrolado o frases como "vive rápido, muere joven y ten un cadáver bien parecido".

Hace muchos, muchos años, un compañero de la escuela me contó el primer chiste. Decía: va uno y se muere. Va otro y se muere. Moraleja, no vayas. Viendo las imágenes de coches destrozados y cadáveres en la cuneta cubiertos por una sábana, inequívoca señal de la muerte, sospecho que aquel chiste ha dejado de contarse en los colegios.

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