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El KO llegó del cielo

Espectacular aterrizaje de un paracaidista en el 'ring' del combate Bowe-Holyfield

Séptimo asalto. El estadounidense Riddick Bowe salta con el campanazo desde su rincón y comienza a martillear el hígado de Evander Holyfield, su compatriota y rival en la lucha por el cinturón mundial de los pesados. A unos metros, en la primera fila, Judy, la esposa de Bowe, arenga a su marido mientras acaricia su embarazo de cuatro meses. Eddie Futch, el octogenario entrenador del campeón, contempla la reacción de su pupilo y sueña con la victoria. A sus espaldas, el reverendo Jesse Jackson degusta el descomunal intercambio de golpes con la emoción contenida.De repente, algo cae del cielo. No es un ave, ni un avión desplomado, ni siquiera un meteorito: es un hombre, un paracaidista equipado con un motor propulsor que aterriza como puede sobre el cuadrilátero del Caesar's Palace de Las Vegas. Los púgiles no dan crédito a lo que ven. El tipo del parapente se enreda en las cuerdas y cae entre el público arrastrado por el armatoste.

Algunos intentan huir, otros prefieren golpear al osado volador. Los agentes de seguridad temen un atentado y optan por lo segundo. La mujer de Bowe es alcanzada por el tumulto y, presa de un ataque de nervios, tiene que ser trasladada a un hospital. El caos se adueña por unos momentos del recinto. Veinte minutos después, la pelea se reanuda.

Bowe, sin noticias de su mujer y temeroso por su futuro hijo, pierde fuerza, abandona mentalmente el combate y se entrega a Holyfield. El espectáculo ha terminado. El entrenador de Bowe, Futch, de 82 años, no da crédito a sus ojos. Víctima del disgusto, no puede soportar la imagen de Holyfield con el cinturón de campeón y sufre un colapso. Todo eso, y más, sucedió en la madrugada del domingo en Las Vegas.

El paracaidista fue identificado como James Miller, de 30 años. Según la policia, aprovechó uno de los edificios cercanos al Caesar's Palace para despegar. Desde allí alcanzó el ring, pero un error de cálculo le deparó un aterrizaje poco agradable. "Se llama James Miller y no sabemos por qué lo hizo. No ha querido decir nada. Ahora está en manos de la policía", señaló Debbie Munch, portavoz de la organización. Munch puso fin a los rumores sobre una posible fractura del cuello del paracaidista. Algunas personas explicaron que sus lesiones, leves, no habían sido producto de la caída, sino de los golpes de los vigilantes.

"Ha sido lo más vergonzoso e inaudito que he visto en mi vida dentro del deporte", declaró Rock Newman, representante de Bowe. "La suspensión nos perjudicó porque cortó la reacción de mi pupilo y porque se enteró de que su esposa Judy tuvo que ser sacada en camilla", añadió. La única alegría que pudo conservar el destronado campeón fue saber que su mujer y su hijo estaban fuera de peligro. "Cuando he visto a ese tipo caer, me acordé de lo que le sucedió a esa chica tenista [Mónica Seles]", explicó Bowe.

El reverendo Jesse Jackson definió la situación vivida como "dolorosa y de pánico". Sin embargo, algunos testigos señalaron que de no haber sido por la actitud hostil del público y por la violencia empleada por los agentes de seguridad, el incidente no habría ido a más. Unas horas más tarde, Miller fue puesto en libertad tras pagar una multa de 200 dólares (unas 23.000 pesetas).

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