El costurero
Una vez vino a mi casa un electricista que no era electricista, pero tardé mucho en darme cuenta porque tenia una caja de herramientas estupenda. La abrías y aparecían un montón de utensilios con mango de madera y ordenados con un criterio que a mí se me escapaba, pero que parecía remitir a un orden superior. Cada instrumento tenía un espacio, y cuando ese espacio se quedaba vacío, te dabas cuenta de que en realidad se trataba de un hueco moral del que la herramienta era su intermediario. El problema, ya digo, es que el electricista, a pesar de ser un buen tipo, no era del oficio e ignoraba cómo trasladar ese conjunto de valores morales a la red. Se marchó a los tres días dejando la conciencia eléctrica de mi casa más confusa que cuando había llegado.El estuche herramental político está lleno también de aparejos que llaman la atención por su brillo, aunque no tengan el mango de madera. Cuando lo abres, encuentras dentro el escapismo y la utopía y el transfugismo y una cosa nueva, que no se cómo se llama, que sirve para irnpulsar la democracia. Además de eso, si le revuelves un poco, puedes tocar el pragmatismo y el oportunismo y algún que otro postulado ideológico. Claro, que no todas las cajas son iguales; en la de Aznar, por ejemplo, acabamos de ver la tenaza de arrepentimiento público, que a mí me parece que no pertenece al estuche político, y el escoplo de la autocrítica, que se lo ha quitado a un partido de izquierdas que se deja la caja en cualquier sitio.
O sea, que el problema de la caja política actual es que metes la mano y lo mismo encuentras un botón que una lima para las uñas o un escapulario. Parece un costurero más que una caja de herramientas. Deberían ordenarla un poco antes de ponerse a arreglar la instalación, porque en una de estas meten una cosa que no es y nos funden los plomos.
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