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Entrevista:

"A la gente de aquí le gusta tocar las cosas"

Elsa Fernández-Santos

Sería una muñeca de porcelana si no fuera porque se parte de risa por cualquier cosa. Mar Baudesson, bailarina principal de la Compañía Nacional de Danza, es una madrileña de 27 años sembrada de pecas. Todos los días de diez de la mañana a cinco de la tarde se encierra con sus compañeros de baile en alguna de las tres salas de ensayo de la sede de la Compañía, en el castizo barrio de Embajadores; luego, coge un autobús hasta su casa de toda la vida, en Ventas, y descansa hasta el día siguiente.Con el pelo recogido se endurecen sus rasgos, pero su cara es la de una niña. "¿Mi cara resulta espiritual, verdad?", dice antes de dar la verdadera respuesta con una de sus sonrisas: su rostro es el de una pícara. "A mí me gusta la gente delicada y educada que conozco en el extranjero, pero también la bruta de aquí, transmiten más vida". Y añade: "A la gente de Madrid le gusta tocar las cosas, y eso cuando sales una temporada fuera se nota, nadie usa las manos".

Mar Baudesson nació en Madrid de padres madrileños, aunque el apellido que la acompaña dé alguna pista sobre un árbol genealógico venido de lejos.

P. ¿Su profesión, el baile, no roba demasiadas cosas?

R. A mí no. Yo siempre quise bailar. No me gustaban los tutús ni esas cosas, a mí me gustaba ir a clase y tener una disciplina. No tengo la sensación de que el ballet me haya robado nada. Aunque tengo muy claro que si bailar no es una obsesión no merece la pena. Mis padres siempre me han apoyado, aunque ahora mi madre me dice que se arrepiente porque no me ve nunca, siempre estoy viajando. A ella le gustaría que pusiera una academia en Madrid y diera clases. Pero yo, ni loca.

P. ¿Pero disfruta con sus amigos de copas por la noche y baila -además- en las discotecas?

R. Pues la verdad es que no mucho. Mis amigas son las de siempre; no son bailarinas, pero no tengo tiempo para verlas. Aunque a mí me gusta divertirme y nunca digo que no a una ginebra y unos cigarros.

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El movimiento de la ciudad

P. Usted ha vivido durante algunos meses en ciudades como Cannes y Nueva York. ¿En qué medida influye la ciudad en su forma de bailar?R. Da igual dónde estés. Cuando vives encerrada en un estudio, estás sólo contigo misma y te olvidas de la ciudad en la que resides. Aunque, por supuesto, la ciudad influye de alguna manera. Su movimiento, los teatros y la gente te enriquecen. De la ciudad se sacan las vivencias que luego tienes que llevar al estudio. A mí me gustaría volver a Nueva York o ir a Londres o Rusia, lugares donde se aprecia la danza.

P. ¿Y en los últimos años, Madrid ha cambiado algo en este sentido?

R. La situación está mejor que hace unos años. Con Nacho Duato bailamos más en Madrid, estamos en el teatro de la Zarzuela, en el Albéniz y en el teatro de Madrid, en la Vaguada. Nacho Duato quiere que actuemos mucho en la ciudad donde trabajamos, es algo que aprendió cuando trabajó en Holanda, donde el ballet Netherlands actúa mucho en su ciudad. En Madrid están los críticos, los profesores del conservatorio y los amigos. Para mí, bailar aquí es como hacerlo para mi familia.

P. ¿Con qué tipo de danza se encuentra más a gusto, con la clásica o con la moderna?

R. Yo no puedo compararlas. El ballet clásico me encanta, y siempre me gustará porque es el que he estudiado desde niña y es el que me gusta. El moderno o, mejor dicho, el estilo de Nacho Duato -que usa la técnica clásica con movimientos más libres- me encanta.

Todo lo que sea sentir que me muevo y que siento cosas me gusta. Yo entré en la compañía con Maya Plisétskaya, que es clásico-clásico. Todo lo contrario a Nacho. Pero hay que saber adaptarse, no limitarse y saber coger lo positivo de cada uno de ellos y así ampliar la formación todo lo posible. Echo de menos bailar grandes piezas clásicas como El corsario, Don Quijote o La Villi. Pero suele ocurrir: uno siempre quiere lo que no tiene.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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