El Deportivo también es conformista
El equipo de Arsenio no arriesgó cuando tuvo superioridad numérica ante el Sevilla
El Deportivo también es conformista. Un pasado reciente cargado de palizas al Sevilla (desde el retorno a Primera de los coruñeses el saldo de enfrentamientos con los andaluces era de cinco victorias y un empate, antes del de anoche) y una alarmante superioridad técnica, demostrada desde los primeros compases del encuentro, no fueron suficientes argumentos para restar temores a los de Arsenio. Nunca tuvo demasiadas ganas de vencer el Deportivo. Dominó sin frutos y tuvo miedo de que el Sevilla obtuviera metros para contragolpear. Cuando Unzué fue expulsado, tampoco quiso arriesgar. Un punto es un punto, aunque faltó valor a los blanquiazules para amarrar los dos.En un partido en el que se auguraba un buen tono de ataque, los espectadores sólo vieron lucimiento en las defensas, donde Ferreira y Djvikic brillaron con mejor luz que Suker o Bebeto.
El Deportivo trató de enseñar los dientes sólo al principio. Arrinconó al Sevilla y trabajó a base de triangulaciones. La primera parte terminó siendo aburrida, a pesar de iniciarse con argumentos prometedores. Sobre el papel, Deportivo y Sevilla empleaban el mismo sistema y saltaron al césped con ganas. El balón viajó, de área a área a gran velocidad. No había ocasiones, pero se presagiaban.
Los andaluces, no obstante, tardaron muy poco en ceder el mando a los gallegos. A partir del primer cuarto de hora, el Deportivo se comió el balón. Mauro Silva y Donato eran dueños y señores de la gran parcela, no se sabe si por delegación de los centrocampistas sevillanos o por propia voluntad de los brasileños. Quizá fue Luis Aragonés el ordenante de tal estrategia, porque sólo entregando campo podían cazarse balones a la contra. Eso permitía al técnico de Hortaleza sentirse mejor, a pesar del acoso permanente del rival.
Tras el descanso salió más animado el Sevilla. Suker sacó algunos nervios a Djukic en dos aproximaciones de tanteo, pero el serbio no se destempló. Poco después recuperó su pasmosa tranquilidad y mantuvo a raya al croata, como sucedió durante toda la primera parte.
Las alegrías ofensivas andaluzas se diluyeron al filo de la hora. Unzué salió de su área para tapar la internada en solitario de Claudio y tocó el balón con los dedos. El Sevilla se quedó con diez jugadores. Si dificil fue ganar algunos metros a los de Arsenio, en inferioridad la tarea se antojaba de circo.
Entonces fue cuando el Depor enseñó su peor cara. El regalito de Unzué disfrazó a los gallegos. El empate se obtendría sin riesgos y la noche no estaba para riesgos. Desde la expulsión de Unzué, el Sevilla trabajó sin nervios. Estaba más clara su condición de inferior y como tal luchó para desbaratar el empuje coruñés, ayer muy tímido.
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