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Sanchis, en estado de gracia

El defensa arregló los desperfectos del Madrid y propició la goleada a Osasuna

Santiago Segurola

Sanchis, que estuvo a punto de perderse para el fútbol, escribió una hermosa lección en El Sadar, escenario maldito del madridismo. Metido como nunca en el papel de gran. futbolista, arregló los desperfectos de su equipo en la primera parte y tomó la jefatura con una autoridad asombrosa. El juego tuvo la justicia de agradecer su destreza: una perfecta recuperación de la pelota ante Staniek y su pase corrido a Michel alimentaron el primer gol del Madrid. Por supuesto, Michel dejó la firma con un plátano limpísimo que Alfonso metió en la red. Así, el Madrid navegó ya con el viento de popa. Su victoria fue categórica.El Madrid recorrió el primer tramo con más oficio que juego. Estaba en un escenario poco querido, un campo antimadridista en el que la tensión ha prevalecido durante años. El peso del recuerdo fue notorio en esa fase. El Madrid quería quitar hierro a cualquier conato de guerrilla. Osasuna respondió con su fútbol viejo, desgarrado, peleado con la pelota. Es un equipo que quiere el cuerpo a cuerpo y la intimidación física.

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Al paso y con mucho cuidado, el Madrid debilitó las reservas algunos aspectos novedosos e interesantes. La ruptura por lesiones de la izquierda de la defensa originó la aparición de Alkorta como lateral y la ubicación de Hierro como central. El trajín de cambios permitió la aparición de Dubovski, contestado sin ningún motivo. Es un talento de primera, uno de esos jugadores que tienen un aire superior. Todo lo que hizo tuvo una pinta excelente. Su taconazo a Butragueño en el tercer gol fue una joya llena de delicadeza e ingenio.

Los lesiones habían tenido la paradoja de reunir en el campo al mejor grupo de futbolistas Posibles en el Madrid. Era una alineación llena de esperanza en el juego, con un centro del campo natural: Michel, Prosinecki, Dubovski y Martín Vázquez, que, al fin, lograba exillarse de la banda izquierda, donde sus luces se apagan por aburrimiento. La congregación de clase era notable, aunque Prosinecki está muy cerca de convertirse en un caso perdido. Lejos de interpretar el juego de forma metódica, continúa en su línea desordenada.

La prudencia madridista parecía excesiva esta vez. Fuera del coraje, Osasuna estaba desnudo. Sin embargo, la falta de convicción para dañar el área de Unanua y un par de licencias defensivas colocaron al Madrid en una situación peligrosa. Michel y Butragueño discutían y trasladaban sus quejas a Floro. Atrás, Martín Vázquez daba gritos a éste y aquél. Los únicos que permanecían ajenos a las broncas eran Sanchis y Hierro. La figura de Sanchis se agrandaba por momentos: los cortes, las salidas autoritarias, la facilidad en el mano a mano... Se vio que el defensa madridista esta dispuesto a cargar con el equipo. Su interpretación defensiva en la arrancada de Staniek fue de manual. Se sentía en estado de gracia. En esa jugada se forjó la goleada madridista y la consagración de Sanchis como el hombre de la noche.

El gol de Alfonso desmontó el entramado de Osasuna. Privado de talento, el cuadro navarro no podía agarrarse a ninguna tabla. Llegó el segundo gol y el tercero, esa joyita que se fabricó Dubovski y que sancionó Butragueño de forma inhabitual: con un tiro violento desde el borde del área. El Madrid llevaba el baile con toda comodidad. Aun sin la ayuda de los centrocampistas, la defensa tenía un aspecto sólido. Alkorta cerró su banda con llave y Vitor mezcló varios apuntes magníficos. Sólo en los minutos de la basura, Osasuna encontró algunas fisuras, una de las cuales sirvió para que Spasic se tomara una inútil venganza contra su viejo equipo. Su gol fue aclamado por la chiquillería, pero no sirvió de nada. Todos sabían que el partido estaba bien acabado. El Madrid había limpiado las minas de El Sadar con precisión y unos cuantos minutos de buen fútbol.

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