Moses Kiptanui, invencible en los 3.000 obstáculos
El territorio natural de los kenianos es la carrera de 3.000 metros obstáculos. Es una reducción a maqueta de su territorio de entrenamiento. En la pista se les puede imaginar entre las cañadas del valle del Rift, a más de 2.000 metros de altura. Casi parece una ofensa que un hombre blanco, el italiano Lambruschini (tercero), se atreviera a abrir una leve brecha en la dictadura de los corredores kenianos, encabezados de nuevo por Moses Kiptanui (8 minutos 6,36 segundos), uno de los héroes de la tribu kelenjin.Kiptanuí pertenece a una familia de campeones. Es primo de Richard Chelimo y de Ismail Kirpi, los dos mejores fondistas del mundo. Su historia es la de todos los grandes atletas kenianos, desde Kip Keino en los años sesenta. Niños que han tenido que cubrir grandes distancias para acudir a la escuela, siempre en el aire ligero de la región del Rift, donde la deuda de oxígeno sirve de inyección a los jóvenes fondistas que bajan al nivel del mar durante la temporada de verano. La selección es natural. Los mejores de las tribus son los mejores del mundo.
Una historia lejana
La historia viene de lejos. Comenzó con Amos Biwott, un desconocido que ganó a todos los favoritos en los Juegos de México. Desde entonces, la saga campeona ha sido interminable: Keino, Jipcho, Kariuki, Henry Rono, Peter Koech, Sang, y ahora Kiptanui, un atleta que se refugió en los 3.000 obstáculos por casualidad. Había gando el Mundial júnior de 1.500 metros en 1990, pero su triunfo no le acreditaba para batirse con los veteranos en el circuito veraniego. En una de las carreras de Europa, un promotor le negó el puesto en los 1.500 metros. El nombre de Kiptanui no le decía nada. Le colocó en los 3.000 obstáculos por una miseria de dinero. En su primera carrera, Kiptanui rozó el récord mundial. Su reinado no ha sido puesto en duda ni siquiera con su ausencia en los Juegos de Barcelona. Dos semanas obraban el milagro de batir los récords mundiales de 3.000 obstáculos y 3.000 metros lisos en el plazo de semanas. Y en medio dejó una tarjeta de 13 minutos justos en los 5.000 metros. Sin duda fue el atleta del año.En Stuttgart dominó la carrera con una facilidad extraordinaria. Apenas cubiertos los primeros 600 metros se colocó en cabeza y puso una velocidad de crucero que desarmó a todos sus rivales. Sólo le siguió otro keniano, como cabía esperar. Lucas Sang le escoltó vuelta tras vuelta, ante la expectación del público, que comenzó a atisbar la posibilidad del récord mundial y la sorpresa de la victoria de Sang. Ninguna de las dos cosas se cumplió. Kiptanui es el mejor de los kenianos. Podría ganar el título en 3.000 obstáculos, 5.000, 10.000 e intentarla aventura de 1.500 metros, su prueba de origen. En la última vuelta aceleró el ritmo de forma imperceptible y dejó sin aire a Sang, que aceptó sin remedio su condición de segundo. Kiptanui es invencible.
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