El Prestigio británico
Alguien tuvo la cautela de decirle a Peter O'Toole que yo había traducido Hamlet y La tempestad. Esto le llevó a respetarme. De otro modo, no sé qué habría sido de mi entrevista. Llegaba bastante indignado de una conferencia de prensa a la española. Al parecer, las preguntas más inteligentes se referían a sus borracheras del pasado o a sus relaciones con su ex esposa, Sian Phillips, la inolvidable Livia del Yo, Claudio televisivo. La conexión Shakespeare hizo que el señor O'Toole estuviese atento y extraordinariamente colaborador. Quedó claro que no me interesaba su tormentosa vida privada. Disponiendo de una carrera tan fecunda como la suya, aquella banalidad habría resultado imperdonable. Además, por suerte para mi paciencia, el señor O'Toole sólo bebía té y había abandonado, por lo menos aparentemente, los desmanes y arrebatos que caracterizaron su imagen pública en los años sesenta. Quedaba ante mí el gran actor. El señor del mejor teatro del mundo.Terenci. ¿Es cierto que cuando empezó le tocaba hacer papeles de edades muy superiores a la suya?
O´Toole. Es completamente cierto. En mi primer año acepté todo lo que me daban, generalmente papeles de una o dos frases: mayordomos, carteros, lo que fuese. En el segundo año me ascendieron, pero seguía haciendo papeles de edad considerable. Así gané una curiosa reputación. Cierto profesor de Literatura Inglesa de la Universidad de Cardiff solía decir a sus alumnos. "Trabaja en el Old Vic un actor de edad muy avanzada que infunde a sus personajes tal fuerza, tal vigor, que consigue sublimar la imagen de la vejez, infundiéndole una dignidad poco común. De muestra que es posible ser viejo y disfrutar de la vida haciendo un trabajo muy secundario. Vayan a verle y aprendan todos de él". Al mes siguiente, el profesor volvió al teatro. Estábamos representando Mirando hacia atrás sin ira. Casi se desmayó al descubrir que yo era Jimmy Porter, prototipo del joven airado de la época. ¡Tenía entonces 24 años! Todas sus teorías sobre la dignidad de la vejez se fueron a pique.
T. Por lo que entiendo, serían papeles muy variados.
0. La tradición teatral inglesa exige que un buen actor se enfrente a papeles de todo tipo, y si se acoge al repertorio shakesperiano más aún: interpreta a escoceses, judíos, italianos,, blancos, negros, jóvenes, viejos, todo. El cambio constante es una parte fundamental de nuestro trabajo y el secreto del -enriquecimiento. Por mi parte, adoro la versatilidad.
T. ¿Cree que ésta se ha perdido en el teatro actual?
0. Estoy convencido. Y me entristece. Opino que tal pérdida se debe al empeño de los gobiernos por subvencionar al teatro sin calcular los resultados. En realidad, lo que han hecho es anular el sentido del riesgo en el artista. Usted conocerá un viejo refrán que dice: "Sin público, no hay arte". Por culpa de las subvenciones, el actor ya no tiene que preocuparse por el público, ni siquiera luchar por el éxito. Puede fracasar y seguir cobrando. Hay una nueva raza de administradores que ignoran la esencia del teatro. El teatro tiene que ser magia. A menudo oigo a algún director que dice: "Fulano estará bien en tal papel". ¿Qué. tiene esto que ver con la interpretación? Interpretar significa estar bien en cualquier papel. No pueden existir limitaciones. De todas maneras, espero que los gobiernos se arruinen a base de subvencionar espectáculos que no funcionan. Entonces el teatro tendrá que vivir por sus propios méritos, como ocurrió siempre. Sus gentes volverán a batirse por él.
A raíz de su Hamlet de 1963 escribió el crítico Martin Esslin: "Veo en O'Toole al más potente de todos los actores de habla inglesa". Es lógico. Desde sus comienzos puso los ojos en los ejemplos más altos y egreglos. Cuentan que su vocación nació en la ciudad shakesperiana por excelencia, Stratfodupon Avon. Gastó O'Toole las pocas monedas de que disponia para ver a sir Michael Redgrave en El rey Lear. La vocación estaba decidida. Tambléfi el autor favorito. Llegaron grandes interpretaciones shakesperianas: Lisandro, en El sueño de una noche de verano; Petruccio, en Lafierecilla domada; Tersites, en Troilo y Crésida; Shylock, en El mercader de Venecia, y un Macbeth tan controvertido que resultó una batalla campal.
T. ¿Tendrán razón los supersticiosos que consideran a Macbeth como la obra gafe por excelencia? Según me han contado, los actores ingleses tocan. madera, evitan el nombre y la llaman eufemísticamente "la tragedia escocesa". .
0. Es una obra que huele a azufre y amala suerte. Yo no ,creía en tales supersticiones, pero los críticos se empenaron en hacerlas realidad. Se enfurecieron hasta extremos inesperados. Convirtieron un espectáculo teatral en un suceso de repercusión nacional. Incluso los sucesos mundiales dejaron de tener importancia. Sólo se hablaba de aquel enorme desastre escocés.- Como suele suceder en estos casos, el resultado fue pintoresco: el escándalo lo convirtió en el espectáculo shakesperiano más existoso del siglo XX. Yo no puedo decir si el espectáculo era bueno o malo, acaso fuese espantoso, pero no era gris, no era en absoluto convencional. Esto sacó de quicio a muchos críticos que sólo se sienten seguros ante la mediocridad.
T. ¿Lamentó aquella experiencia?0. Eso, nunca. Me encantó vivirla, pese a todo.
T. ¿Hay. algún personaje de Shakespeare que todavía quisiera hacer?
0. Lear.
T. ¡Naturalmente!
0. Naturalmente. Y también Próspero. Dice la tradición que La tempestad es la última obra que escribió el Bardo. No lo sabemos con precisión, pero cuando Próspero dice que entierra su libro parece que es el propio Shakespeare quien habla. En cuanto a El rey Lear, -es seguramente uno de los más grandes artefactos conocidos por el hombre. Creo que interpretarlo es el desafío supremo para cualquier actor.
T. ¿Tiene el carácter de Próspero algo que ver con su estado de ánimo actual?
0. Nunca tiendo a confundirme con los personajes que interpreto. Nunca. Aunque me gusta mucho Enrique II. Es inexplicable, pero algunos personajes se quedan a tu lado, convirtiéndose en tus amigos.Esto me ocurrió con aquel monarca: cerraba la puerta de mi camerino y él permanecía allí, sentado, dispuesto a darme conversación.
- T. Usted interpretó a Enrique 11 en dos ocasiones. En su juventud, en permanente lucha contra el pobre Becket, y en su vejez, todavía en lucha violenta contra otro personaje, la tremenda' Eleanor de Aquitania ,(en El león en invierno).
0. Lo cual me dio la ocasión de enfrentarme a Katherine Hepburn. ¿Era aquí donde quería llegar?
T. Exactamente. ¿Cómo era ella?
0. Como se espera de una diosa. Divina, magnífica, difícil.
T. Eso mismo dicen de usted.
0. Resultó saludable que nuestras dificultades chocasen a cada momento. Luchamos en la pantalla y fuera de ella, pero en ambos casos nos admiramos mutuamente y nos divertimos mucho.
T. Aquellas dos películas fueron éxitos, pero usted también ha tenido fracasos. El musical El hombre de La Mancha fue el inás sonado. Sin embargo, he leído en algún lugar que es usted un devoto del Quijote.
0. Cierto. Y fue'una pena que me llegase la oportunidad de encarnarlo en una película que no valía nada. ¡Tenía los decorados más feos de la historia del cine! El propio Quijote jamás los habría aprobado. Fue una lástima porque el Quijote es mi obsesión constante. No le extrañe. Personifica todo cuanto es noble y humano en este mundo.
T. En los años sesenta saltó a la fama mundial con un solo papel, el de Lawrence de Arabia. ¿Qué opina de la versión restauráda?
0. Que era absolutamente necesaria, aunque no añada nada a su bien ganada reputación. Hoy todo el mundo sabe que media hora de metraje había desaparecido de la manera más misteriosa. Nadie sabe cómo ni por culpa de quién. David Lean, que era un hombre quijotesco, pasó muchos años buscando, los fragmentos ,desaparecidos. Cuando el productor tuvo la.amabilidad de morirse -fue un gentil detalle por su parte-, David buscó en los laboratorios y consiguió por fin localizar los 30 minutos a,punto de pudrirsé. ¡Estaba a punto de desaparecer una parte muy importante del legado del cine! Naturalmente, faltaba la banda sonora. Los actores que todavía quedábamos con vida nos reunimos de nuevo para doblarnos. Terminar un trabajo comenzado un cuarto de siglo antes resultó una experiencia muy emotiva.
T. ¿Cómo se siente, al cabo del tiempo, ante la película entera?
0. Me siento un privilegiado. Es una obra soberbia, poderosa, de escala titánica. Entra de lleno en los dominios de la grandeur. Es una gesta que hoy sería imposible llevar a cabo.
T. La prensa le asoció a usted con el idealismo de un Lawrence o el de lord Jim.
0. Fue un problema de la prensa, en todo caso. Yo insisto en que no había nada de mi personalidad en aquellos héroes.
T. ¿Ni siquiera en películas
paródicas, como El año de mi, vida?
0. En ésta hubo, si acaso, un lugar para la autoparodia. Siempre me preguntaron si me resultó incómodo hacerla, pero lo cierto es que fue extraordinariamente divertido.
T. Pertenece a sus incursiones en el humor. No han sido escasas ni carecen de mérito. Recuerdo que estuvo usted divertidísimo en What's new, Pussycat? o The stunt man.
0. Esas incursiones suelen ser un alivio. Después del fracaso de Macbeth tardé en regresar a los escenarios del West-End pero cuando lo hice fue bajo el amparo de Bernard Shaw, con Pygmalion y Armns and the man. No pueden pedirse obras más inteligentes. Son un desario tan fuerte como la "tragedia escocesa", pero cuanto :menos no huelen a azufre.
T. Desde su humor, inevitablemente inglés, ¿cómo definiría el género de la comedia?
0. El humor es algo muy dificil de explicar. Sólo puede hacerse desde el humor mismo. En cuanto a la comedia, mi definición preferida es la que dice que es la tragedia sin pantalones.
T. ¿Y cuáles serían los pantalones de la tragedia?
0. Lo contrario. Imagínese a HamIet en calzoncillos. Es imposible resultar mínimamente serio con semejante atuendo.
El señor O'Toole sólo bebía té y había abandonado, aparentemente, los desmanes y arrebatos que caracterizaron su imagen pública en los años sesenta. Quedaba ante mí el gran actor. El señor del mejor teatro del mundo
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