Gregarios de alcoba
Los líderes buscan en sus compañeros de habitación al amigo, al confidente y, a veces, al sirviente
No todos son como Tasio Greciano, aquel gregario ejemplar que cambió la obra por la bicicleta y pronunció una de las máximas de este deporte: "Más duro era el andamio". En los tiempos del Reynolds, Anastasio compartió alcoba con Ángel Arroyo y Pedro Delgado. Más que un gregario, era un sirviente: contestaba el teléfono,llevaba las maletas, lavaba la ropa, espantaba periodistas, daba masajes, untaba mercromina, contaba chistes y ponía el despertador. Se pasaba. Sin embargo, pocos como él para ejemplificar al gregario de alcoba, ese personaje difuso en el que los líderes buscan aporte vitamínico para el cerebro. No es una tontería: a veces, compartir habitación puede ser un requisito indispensable para el relevo generacional. Ahí están Delgado y Miguel Induráin. Durmieron juntos, no revueltos, y cada uno aprendió su parte: Miguel, a ser líder; Pedro, a ser gregario.
La teoría tiene diversas aplicaciones. Induráin duerme con su hermano, Prudencio; Claudio Chiappucci, con su confidente (Fabio Roscioli); Eric Breukink, con su delfín (Alex Zülle); Mario Cipollini, con su compañero de verbenas (Franco Ballerini). Tony Rominger y Gianni Bugno prefieren la soledad. Es cuestión de gustos y directores. Gianluigi Stanga, del Gatorade, cree que Bugno tiene suficiente con un psicólogo, pero en la consulta, no en la cama: "Es normal que Miguel duerma con su hermano, pero no creo que sea algo importante. La razón de que se gane o no está en la carretera, no en la habitación. Los problemas de Bugno son otros".
El caso de Rominger es más sencillo. Duerme sin compañía por razones matemáticas (los equipos del Tour tienen un número impar de corredores), informáticas (el ordenador personal que utiliza para registrar sus datos profesionales podría ser una molestia para sus compañeros), estratégicas (la privacidad le permite atender las obligaciones de un líder con los medios sin alterar el descanso de sus gregarios) y personales (no soporta dormir con la ventana cerrada).
Induráin no tiene ordenador, pero sí manía: dormir a pierna suelta, esté con quien esté. A veces se pasa. El día de la decisiva contrarreloj de Madine se alojó solo en un hotel cercano a la salida. José Miguel Echávarri, el director del Banesto, quiso suavizar así la tensión de la prueba y aislar a su líder de la gente. Cuando Sabino Padilla, el médico, pasó a recoger a Induráin, lo encontró dormido como un lirón, ajeno a cualquier nerviosismo. Echávarri no comparte la opinión de Stanga. Para él es muy importante quién duerme con quién. De momento, los resultados parecen darle la razón: mientras Bugno consulta los tomos de Sigmund Freud, Induráin no para de subir al podio.
"Hay corredores que, dependiendo de qué compañeros de habitación tienen, se irritan o se aplacan, reciben moral o la pierden", explica Echávarri. Su modelo del gregario 24 horas es Greciano, el del andamio. "Tasio nos demostró en nuestro primer Tour lo grande que puede ser un gregario de alcoba. Con Pedro y Arroyo hacía cosas increíbles. Era puro servilismo, pero lo hacía con tanto cariño que no le podías decir nada". El caso de Induráin y su hermano es distinto: "Miguel es tan discreto y reservado que jamás hace una crítica. A veces se queda las cosas dentro y le corroen. Con Pruden puede soltarlo todo y hablar de temas que ni siquiera conmigo compartiría".
La importancia de irse a la alcoba con la persona adecuada encuentra el ejemplo perfecto en Induráin y Delgado. Echávarri, consciente de que el navarro acabaría por suceder al segoviano, decidió hacerles compartir cuarto para que el primero fuera adquiriendo del segundo los conocimientos necesarios para gobernar el Tour: "La condición de líder hay que aprenderla en la carretera y fuera de ella. Cuando Pedro estaba de Pedro, era Miguel el que cogía las llamadas. Ahora, cuando Miguel está de Miguel, es Pedro el que tiene que decir: 'No está'. La obligación del director es emparejar a las personas adecuadas a través de un trabajo de observación. El que habla con el callado, el que ronca con el que duerme como un tronco...".
Manuel Saiz, del ONCE, está en la línea de Echávarri. Breukink y Zülle no duermen juntos porque puedan comunicarse en holandés. Las razones son más profundas. Saiz no deja un solo detalle al azar, ya sea técnico o psicológico: "Breukink y Zülle son dos caracteres distintos, pero complementarios: uno es muy nervioso y el otro muy tranquilo. Dormir juntos les beneficia. Son los líderes del equipo y me interesa que se lleven bien. Así tienen oportunidad de limar sus diferencias. La convivencia en el ciclismo es siempre difícil. Es preciso sacar provecho de ella".
El trabajo del compañero de alcoba no se limita a la mera confidencia, como es el caso de Chiappucci y Roscioli, gregario hijo de gregario que ganó la etapa de Marsella. A veces es preciso paciencia y un elevado grado de aceptación. El francés Yvon Ledanois, del Wordperfect, tiene un duro trabajo con Eric Vanderaerden: "Hace tres años que dormimos juntos y siempre me sorprende. La otra noche estábamos viendo una película de Bruce Lee en la televisión y comenzó a dar saltos y patadas al aire encima de su cama. Como mi mujer espera un niño, un día me regaló una cuna. Es uno de sus golpes habituales. Está loco".
En ocasiones, el líder debe soportar al gregario. Es el caso de Andrew Hampsten, del Motorola, y Steve Bauer: "Conozco sus manías. Siempre está escuchando música y nunca para. Todo lo hace con los auriculares puestos. Es como si hablaras con una pared". En cambio, Franco Ballerini, del GB, se lo pasa en grande con Cipollini: "Es muy divertido. Siempre está contento. A veces se trae un aparato estéreo y un montón de discos compactos. La música nos da moral. Escuchamos de todo, desde rock duro a canciones italianas dulces". Según Ballerini, Cipollini no es tan coqueto como aparenta: "Apenas está unos minutos en el cuarto de baño, aunque, eso sí, la gomina es primordial para él".
El código ciclista exige que los secretos de alcoba no sean desvelados. Jean François Bernard, del Banesto, no fue muy discreto con Gerard Rué: "Si aparece en la salida con los ojos semicerrados es porque la noche antes ha estado viendo Canal Plus sin descodificar". La malicia de Bernard tuvo causa justificada: Rué teme a los mosquitos y siempre duerme con la ventana cerrada, lo que a veces resulta caluroso.
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