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Tribuna
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Amantes

Hace unos días estuve en Nueva York. El hecho, además de ser muy cosmopolita, tiende a reconciliarle a uno con la alegría de vivir.Los norteamericanos, especialmente si son de Nueva York, pasan tanto frío en invierno que en cuanto la temperatura ambiente llega a los cero grados se ponen en camiseta. Y cuando pasa de los ocho se quitan los vaqueros y se ponen de pantalón corto, lo que resulta particularmente atractivo cuando los norteamericanos son norteamericanas.

Pero, ay, cuando alcanza los 20, 30 y 40 grados reaparecen los enamorados y no se esconden ya hasta que vuelve a bajar. Nueva York en verano es la última ciudad por la que pasean los amantes. No me refiero a los amantes infelices y cariacontecidos de París o a los muy intensos y pesimistas de Madrid, que van por la vida fumando sin parar y vestidos con camisetas negras.

Los enamorados neoyorquinos van de vivos colores rojos y amarillos y parecen siempre dispuestos a detenerse frente al escaparate de Tiffany's para comprar un desayuno con diamantes. Pero no se lo pueden costear, y siguen Quinta Avenida abajo como si nada pudiera desanimarles. Se agarran de la mano, ríen, se separan brevemente, ríen otra vez, se miran, roban un beso fugaz, se contemplan los cuerpos, giran en redondo y andan hacia Central Park. ¡Tienen tanto tiempo!

El parque está florido de tulipanes y lirios, y la hierba de julio es espesa y mullida. Luce un sol de justicia, la polución ha sido barrida por el vendaval de la víspera y en la esquina del Plaza hay una orquestina caribeña de timbales de hojalata que toca el reggae para una treintena de falsos adolescentes que se manifiestan en pro de los derechos de los gitanos.

Nueva York es la ciudad con más corazón del mundo. Todos los enamorados lo saben.

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