Mi voto
A ver de quién es el triunfo. De Felipe, del aparato del partido, de los votantes de izquierda, del voto del miedo, de los errores del censo. Cada uno saca sus conclusiones. Y normalmente, porque es humano, arrimando el ascua a la sardina propia. Y ustedes perdonen lo malsonante del latiguillo. Felipe González empezó bien: dijo que tomaba nota de la advertencia y de que había que hacer el cambio del cambio. Detrás de él, un grupo sonriente, de Guerra, Benegas, Martín Toval y Acosta, festejaba el triunfo del cambio del cambio. Algunos se preocupan. ¿No son ésas las caras del "más de lo mismo"?Ahora lo vamos a ver. No en un proceso rápido, como algunos reclaman, pero sí en un proceso históricamente rápido. Y en ese proceso conviene que la sangre no nos salpique a todos la faltriquera. El voto de refuerzo al PSOE, el voto de última hora que permite a Felipe formar Gobierno, es un voto claro por el cambio. Pero hay más voto. Más voto al que hay que reciclar y convencer. ¿Sabe alguien separar de manera terminante un voto del otro? Casi parece más sensato pensar que ambos pueden coexistir en esa pretensión renovadora.
Como votante socialista me gustaría que sucedieran dos cosas. La primera, que los militantes socialistas escucharan de verdad a la sociedad y decidieran que ese voto de izquierdas que ha levantado las expectativas de Felipe se reflejara en el partido. La segunda, que los enfrentados aparatos del PSOE abrieran un proceso de discusión que no llevara a exterminar al adversario interno, porque entonces nuestros bajos instintos se saciarían, pero la derecha nos gobernaría durante décadas.
Yo no quiero que mi voto lo administre eso que se llama guerrismo. Yo no quiero que el PSOE se escinda en dos partidos sin posibilidad de gobernar. Yo quiero que mi voto sirva para algo.
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