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Tribuna:A LA INTEMPERIE
Tribuna
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La frontera de Soria con Vallecas

Juan José Millás

Una señora de 82 años se perdió entre Diego de León y Entrevías y tardó dos días con sus noches en aparecer. Lo leí en estas mismas páginas, la semana pasada, y recorté la noticia, firmada por Begoña Aguirre. Cuando recortas una noticia, aunque luego no sepas dónde la has dejado, se queda archivada en la conciencia, como si unas tijeras paralelas se hubieran movido por el interior de la memoria dibujando sus contornos. No he conseguido dar con el recorte, que ha desaparecido también en el breve trayecto de la mesa al archivador, pero recuerdo que la anciana permaneció dos noches a la intemperie sin que, al ser encontrada, diera muestras de agotamiento. Cuando le preguntaron qué había hecho durante todo este tiempo, dijo que había estado en Soria.Bien, parece que no es posible que haya estado en Soria, porque el autobús que tomó en Diego de León -el 56- no pasa por allí, entre otras cosas porque tardaría mucho en llegar al Puente de Vallecas, que es su destino. ¿Dónde estuvo, pues, esta anciana durante esas dos noches? La policía y la familia suponen que deambuló sin rumbo por las calles de Entrevías buscando la casa de un hijo suyo que vive en Pintor Sorolla. Yo, sin embargo, creo que estuvo en Soria. ¿Por qué iba a decir la buena mujer una cosa por otra?

Precisamente, estoy releyendo un libro de Salinger (Nueve cuentos), que pueden ustedes comprar en la Feria del Libro, donde se narra una historia en la que París hace frontera con China. Ya comprendo que así, a primera vista, la cosa puede parecer un disparate, pero cuando lees el cuento titulado El hombre que ríe, comprendes que resulta creíble por eso, por el disparate.

Si París puede encontrarse en la frontera con China, por qué no va a poder estar Soria al lado de Vallecas; cuidado, no digo que Soria esté siempre al lado de Vallecas, pero a lo mejor los domingos, que es cuando se extravió esta anciana, sí. O sea, que es que estamos acostumbrados a que las cosas imposibles sólo suceden cuando son malas, pero a veces también suceden cosas imposibles que están bien.

Yo mismo, un día que iba de la cocina de mi casa al salón con unos cubitos de hielo, pasé por el cuarto de estar de mis padres, que ni siquiera viven en Madrid. Ellos no me vieron y no quise interrumpirles porque estaban discutiendo. Daba gusto verlos: llevan más de cuarenta años juntos y discuten como el primer día. Habían cambiado el aparador de sitio y no pude esconderme en el hueco donde me metía de pequeño para seguir sus peleas, pero estuve un buen rato detrás de la puerta y me hizo mucha ilusión comprobar que todavía están preocupados por mi futuro. Mi padre continúa diciendo que acabaré en la cárcel. Qué vida.

El caso es que, como empezaban a derretirse los cubitos, di un paso y volví a encontrarme en ¿I pasillo de mi casa, aunque al principio no sabía si iba o venía; estaba un poco aturdido, como la señora de Soria, y casi me meto en el cuarto de baño. Pero enseguida me orienté y llegué al salón, donde mi mujer y unos amigos estaban esperando que llegara Yo con el hielo. Me preguntaron que dónde había estado y, claro, no era cuestión de decirles que venía de Albacete, porque ya sé que la gente es reacia a creerse estas cosas; por eso nunca les pasa nada, porque están convencidos, por ejemplo, de que, si cogen un autobús que va de Manuel Becerra a Cibeles, es imposible hacer un trozo del trayecto por las Ramblas de Barcelona. Por eso también tengo ganas de tener 82 años, como la señora de Soria, para no tener que ocultar de dónde vengo todo el rato.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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