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ELECCIONES 6 JUNIOBALANCE DE UNA CAMPAÑA AGITADA

Clamar contra el viento

El presidente del CDS se mantuvo impertérrito frente a los agoreros vaticinios de las encuestas

Rafael Calvo Ortega, ajeno al desaliento, difícilmente olvidará las elecciones de 1993. Con un talante ejemplar, sólo roto con un amago de retirada más ficticio que real, el heredero de Adolfo Suárez navegó durante toda la campaña con los vientos en contra. Sin excepción alguna, las encuestas apagaban sin piedad, uno tras uno, el eco de sus mítines. Pero jamás perdió la sonrisa. Haciendo bueno el refrán de "al mal tiempo, buena cara", siguió adelante con el legado centrista bajo el brazo haciendo oídos sordos a quienes le vaticinaban que el CDS, como mucho, lograría un escaño: el suyo.Fueron precisamente estos malos augurios los que alejaron de los focos de interés la campaña de Calvo Ortega. Desde el mismo banderazo de salida, televisiones, radios y periódicos sólo tuvieron ojos para el duelo González-Aznar. Un pulso a muerte en el que no cabía nadie más, por mucho que en la anterior legislatura tuviera 14 escaños.

Sin amilanarse, Calvo Ortega siguió clamando entre sus escasos seguidores y reivindicando que los grandes le hicieran un hueco. Su tenacidad eclosionó el día que amenazó con retirar a su partido de los comicios. Evidentemente, no tenía intención de hacerlo; sólo pretendía recuperar el pan y la sal que todos le negaban. Y para curarse en salud, condicionó esa hipotética espantada a que también la secundasen el PNV, CiU e IU.

En los pequeños foros donde habló de tú a tú a sus fieles, la crítica más recurrente de Calvo Ortega estuvo siempre dirigida al "nefasto bipartidismo". Pero los dardos más afilados los disparó contra el PP, al que sólo mencionaba para tildarle de partido de derechas. "Han pretendido borramos del mapa", refunfuñaba en alusión a los populares. "Su único mérito ha sido hacer una buena crítica al PSOE, pero carecen de oferta de gobierno".

Del PSOE, el líder centrista denunció su corrupción, su política económica y su incapacidad para negociar y dar un vuelco a las administraciones públicas, "que sólo se dirigen al ciudadano para reñirle".

Calvo Ortega presume de ser uno de los escasos políticos que pasean por la calle con la cabeza bien alta, sin miedo a que le hagan reproches. Tanto ha repetido la palabra formidable -por su programa-, que en sus actos, cada vez que la volvía a pronunciar, los periodistas irrumpían con el movimiento de la ola para advertirle que ya iban 15 veces.

De las confrontaciones González-Aznar, repite que ninguno se llevó el gato al agua: "Se fueron derechos a ella los espectadores". Y cuando no le oye mucha gente, presume de haber logrado duplicar el voto al menos en su familia. Sus hijos mayores, que iban a votar a Gil y Gil, lo harán por él.

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