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Tribuna:ELECCIONES 6 JUNIO
Tribuna
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Diagnóstico incorrecto

LA REPETICIÓN por triplicado de la mayoría absoluta a favor del PSOE ha generalizado en la sociedad española un estado de opinión acerca de la conveniencia o no de que las urnas arrojen este tipo de mayorías, o incluso una mayoría clara, aunque no sea absoluta, que me parece, realmente preocupante.Los resultados de unas elecciones tienen que ser un reflejo de la sociedad, pero también tienen que permitir que dicha sociedad pueda ser gobernada. Si los resultados de unas elecciones no redujeran políticamente la complejidad social, sería imposible formar Gobierno. El comportamiento electoral deseable es, por tanto, aquel que no desfigura la realidad social de la que arranca, pero que la traduce en términos de un "mandato de Gobierno identificable" para el conjunto de la sociedad, aunque protagonizado por el representante de un sector de la misma.

Cuando esto no ocurre, cuando las urnas no suministran un mandato claro a través de una mayoría política con capacidad para intentar ponerlo en práctica, la eficacia del Estado democrático se resiente de manera importante. Y con ello acaba también resintiéndose su legitimidad .

La imposibilidad de determinar con claridad cuál ha sido el mandato recibido de los electores, la difuminación de la responsabilidad política al no haber ningún partido al que pueda imputársele de manera inequívoca, es el caldo de cultivo de los acuerdos interpartidarios al margen de la transparencia y del todo control por parte de la opinión pública. El caso de Italia es bastante elocuente.

Y es que el problema español de la pasada década no han sido las mayorías absolutas del PSOE, sino la distancia entre el PSOE y el PP, la ausencia de una alternativa frente al socialismo. El problema no ha sido la mayoría,- sino la hegemonía. Un sistema hegemónico es un sistema sin alternativa. Y ese sistema es perverso, o tiene tendencia a convertirse en perverso. Exactamente igual, sólo que al revés, ocurre con un sistema sin mayoría clara, sin un mandato claro de gobernabilidad por parte de la sociedad.

Creo que esto es algo que se ha perdido de vista por parte de la sociedad española en esta década. Obsesionada con la hegemonía socialista, únicamente se ha planteado como objetivo quebrar dicha hegemonía, llegándose a teorizar que, no es bueno que existan mayorías claras y atribuyéndose al necesario compromiso que resultaría de la ausencia de tales mayorías no sé que virtudes de tipo taumatúrgico.

Nada hay en la experiencia histórica conocida que justifique este tipo de análisis. Al contrario. Todas las experiencias democráticas en las que se ha producido una excesiva fragmentación política y no se ha conseguido identificar mayorías claras han entrado en procesos de descomposición, que nunca han sido reversibles. Conseguir la estabilidad al precio de la hegemonía es malo. Acabar con la hegemonía al precio de la inestabilidad, de la ingobernabilidad, puede ser igual de malo, o incluso peor.

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Un sistema político fragmentado, en el que la formación de un Gobierno coherente resulta dificil si no imposible, puede ser el comienzo de la degeneración de dicho sistema político. La sabiduría popular lo sabe muy bien: "Entre todos la mataron y ella sola se murió".

Mañana es el 6-J.

Javier Pérez Royo es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla.

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