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Tribuna:ELECCIONES 6 JUNIO
Tribuna
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Vino, azúcar y canela

Soledad Gallego-Díaz

Los colaboradores de José María Aznar no están dispuestos a que la duda anide en el corazón de los seguidores. Ni en el de su líder. Por eso se apresuraron a ofrecerle el mejor recibimiento posible en el primer mitin tras, el segundo debate. En la plaza de toros de Barcelona no sólo iluminaron las sombras con cientos de bastoncitos de luz sino que le dieron el mejor remedio contra el escalofrío: algo así como el vino caliente con azúcar y canela que recetan en los bares de Centroeuropa, pese a que marea y tiene el riesgo de equivocar la cuenta.No hay ninguna suma que equivocar, replican los técnicos populares. Las cuentas ya están echadas. Quedan pocos días, pocos mítines y muchos menos indecisos de lo que se cree. "No es voto indeciso, sino voto oculto. El problema no es que los electores no sepan a quién van a respaldar. El problema es que no lo dicen en las encuestas y ni nosotros, ni nadie, puede intuir qué han decidido", aseguran. El vértigo no lo producen los mítines ni los actos de afirmación. El mareo lo provocan estos hombres y mujeres tan discretos.

Así pues, no tiene sentido crispar el final de fiesta. El sistema del voto a voto, golpe a golpe, ya está acabado. Ahora se trata, simplemente, de no equivocar el paso durante 48 horas y rematar algunos flecos. Por ejemplo, retocar una vez más la imagen exterior de Aznar, buscando la compañía de amigos europeos. Por ejemplo, luchar por expulsar la duda de los corazones y transmitir la seguridad de lo inevitable. "No hay quien lo pare", proclamaba el líder conservador en Barcelona, con el corazón caliente de vino, azúcar y canela. "No hay quien lo pare", gritaban sus seguidores, con algo más de frío en la espalda.

Ha sido una campana extraña, apasionante únicamente por lo incierto del resultado, comento. "No, para nosotros es también apasionante por lo mucho que vamos aprendiendo", aseguran los técnicos del PP. Están orgullosos, porque consideran que, por primera vez, el partido ha tenido una campaña moderna. Se acabaron los aficionados disponiéndolo todo. Ahora el menos listo hace relojes suizos y conoce los recovecos de cualquier situación.

"Ganemos o perdamos, esta campaña ha sido decisiva para mejorar la imagen del partido. Lo que pasa es que tenemos la Moncloa al alcance de la mano y nadie se sentirá satisfecho si no la tocamos". Harían falta días o semanas para asimilar la frustración y una hábil campaña de presentación ante los seguidores. Pasar del no hay quien lo pare al alguien lo ha parado.

¿Entonces, finalmente, la culpa sería del caballo, no del yóquei? "No". Respuesta tajante. Todos saben que si hay algo que saca de sus casillas a José María Aznar es la impresión de que le ninguneen, menosprecien o minusvaloren. Quizás por eso siente tanta irritación ante Felipe González, que le transmitió esa sensación desde el primer día en que se conocieron. Quizás es una característica de los desconfiados. Quizás, algo propio de los políticos. Pero en su caso, gane o pierda las elecciones, pero sobre todo si las pierde, mal lo tendrán quienes en su entorno no hayan hecho estos días clara profesión de fe en él. Aznar no olvida, ni para bien ni para mal. Quede claro.

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