Una tregua de todo corazón
Oficialistas y renovadores de IU aparcan un año de diferencias políticas para minimizar el daño de la falta de Anguita
En tiempos de desolación, no hacer mudanzas. La frase de los Ejercicios de Ignacio de Loyola parece haber servido de ejercicio espiritual para los dirigentes de Izquierda Unida (IU) tras el infarto sufrido en Barcelona el pasado viernes por su coordinador general, Julio Anguita. Las rencillas que hasta entonces se venían produciendo entre dirigentes oficialistas y miembros de la corriente renovadora Nueva Izquierda, más calladas en campaña, han desaparecido como por conjuro -si se cree lo que unos y otros dicen- y todos se esfuerzan por presentar una imagen de férrea cohesión.El infarto de Anguita, más allá de la lógica preocupación personal, llenó de vértigo a la cúpula de IU porque desaparecía de la diaria presencia pública su principal activo político, precisamente en los comicios donde la formación izquierdista más esperanzas ha puesto. Así, miembros de la ejecutiva pertenecientes a los dos sectores han hecho una piña para recuperar el pulso de la campana y remontar el más de un punto porcentual de apoyo que reconocen haber perdido en los últimos sondeos con respecto a sus datos previos. Pero nadie se atreve a pronosticar cuánto va a durar esta luna de miel.
El giro que el estado de salud de Anguita ha dado a la vida interna de la formación ha demostrado que, si bien Izquierda Unida puede, a pesar de sus polémicas, cohesionar un equipo directivo, no tiene ningún dirigente con el carisma de Anguita. Lo que arroja sombras sobre el futuro, aunque todos los consultados dan por absolutamente seguro que su coordinador se reintegrará en breve -con más moderación- a la égida de IU.
Izquierda Unida, sancionó su división en su III Asamblea Federal, en mayo del año pasado, tras diversas escaramuzas, la principal sobre si el PCE debía seguir existiendo o disolverse en IU. Triunfó Anguita con el apoyo de un 60% de la Asamblea: la mayor parte del PCE, algunos independientes y el pequeño partido Izquierda Republicana. Los renovadores, de Nueva Izquierda -comunistas críticos, los socialistas del Pasoc y otros muchos independientes- se quedaron con el 40% restante bajo el liderazgo de Nicolás Sartorius, el portavoz parlamentario.
Desde entonces, casi siempre ha habido dos voces que consultar en la formación sobre cualquier problema. La división llegó al punto, tras la polémica de las listas en Madrid, a que Anguita sea el candidato a La Moncloa, de una de las grandes formaciones con más contestación interna. El 37% de la dirección no apoyó su designación a finales de abril, a lo que el coordinador general replicó que "la unanimidad es propia de panteones".
Construcción europea, diseño de las salidas de la crisis y, en especial, la política de alianzas tras los comicios son los puntos en que ambos sectores más discordancias tienen. Aunque las dos familias parten de que cualquier acuerdo -sea del tipo que sea- con el PSOE ha de pasar porque éste gire de forma sustancial su política, en especial en la económica, los renovadores son más proclives a que, en palabras de Sartorius, IU apoye "la gobernabilidad" de España. Anguita se ha encastillado en mayor medida en la defensa del propio programa y en dejar "al otro, que es quien tiene el problema", la iniciativa de pactos. El coordinador general repetía últimamente en sus mítines que nadie sueñe que los diputados de IU "vayan a servir" de bastón al PSOE.
Una división en que también influyen las diferentes culturas políticas de Anguita y Sartorius: de mayor apelación a las bases y al debate constante de todo en el caso del ex alcalde; mucho más proclive al acuerdo puramente político, en el del portavoz.
Poco antes de que empezara la campaña, durante una conversación privada, un dirigente muy cercano a Anguita, elevaba su mano derecha, abría en horquilla los dedos índice y pulgar y depositaba suavemente ambos sobre su garganta. "Lo que no puede Julio es ir al debate de investidura con los huevos aquí". La gráfica imagen explica una clave de la polémica: la mayoría no confía en que los renovadores no terminen de una u otra manera apoyando al PSOE en el Congreso. "Cuando los renovadores hablan de defender el proyecto, ¿de qué proyecto hablan?", ironiza un dirigente oficialista. Y aunque algunos dirigentes de Nueva Izquierda consideren eficaz que la corriente se convierta en partido, todos están firmemente decididos a seguir en IU.
Unos y otros asumían hasta hace unos días que la tregua que ahora viven iba a durar hasta las elecciones. Pero tras ellas, las escaramuzas de ahora, de las que la mayor ha sido la confección de la candidatura por Madrid, pueden traducirse en un enfrentamiento más abierto. Todos se han volcado en la campaña para remontar el daño que pueda causar la ausencia de Anguita y la renuncia "por dignidad" de Nicolás Sartorius, Cristina Almeida y Pablo Castellano a repetir en las candidaturas. Una autoexclusión de la que cada sector echa la culpa al otro.
La enésima discusión pública en IU -que siempre ha logrado convertir en virtud la innegable transparencia de sus pugnas- se ha dado cuando la formación confía en obtener sus mejores resultados en las urnas, superando la cota histórica de 23 diputados que el PCE de Santiago Carrillo estableció en 1979.
La composición del grupo parlamentario ha sido uno de los caballos en liza al fondo de esta polémica. Anguita desea que IU tenga en el Parlamento un grupo fuerte y lo más homogéneo posible para evitar que se produzca una situación como la que vivió pasado 29 de octubre durante debate sobre la ratificación del atado de Maastricht.
El Consejo Político Federal -máximo órgano entre congresos- había aprobado en votación que los diputados IU se abstendrían a la hora de votar la ratificación del Tratado. Pero varios parlamentarios, que habían participado en dicha votación, arguyeron después que sobre os mandatos de os partidos están as conciencias individuales. De esta manera, los tres diputados de Iniciativa votaron sí, de acuerdo con el manda to de su partido soberano, sí al que se sumaron cinco diputados de IU -Sartorius, Castellano, Almeida y los valencianos Ricardo Peralta y Narcís Vázquez-.
Anguita y otros siete parla mentarios de IU se abstuvieron. Ocho a ocho. La actitud del re novador Jerónimo Andreu -que siguió sentado en su escaño sin votar- impidió que Anguita viviese el bochorno de que su propio grupo le dejara en minoría.
Nueva Izquierda sostiene que Anguita nunca olvidó lo sucedido y que a ello se debe el "ajuste de cuentas" de las bases en Madrid. Mientras, los dirigentes más próximos a Anguita defienden que el grupo parlamentario de una formación ha de ser homogéneo y que la libertad de cada parlamentario no debe colisionar con que ese mismo parla mentario defienda la" política aprobada por su cúpula.
La polémica de la lista por Madrid ha llevado a los renovadores al convencimiento de que, si quieren ganar posiciones, han de organizarse férreamente "y si en una agrupación alguien se levanta a exponer la postura del PCE, le conteste alguien como portavoz de Nueva Izquierda". Así, más de 300 simpatizantes de sus tesis se reunieron el 4 de mayo en un hotel de Madrid para trabajar por un cambio en la mayoría de la formación. Sartorius enumeró en esa reunión un programa de mínimos que el PSOE debería cumplir para ser apoyado por su fuerza, con el argumento de que el voto de IU debe "forzar un cambio en la política". Sartorius ha insistido después en ese llamamiento a apoyar "la estabilidad" de España, haciendo guiños incluso a los nacionalistas vascos.
Ahora reina la paz, pero no se olvida que hace escasas semanas renovadores y oficialistas saboreaban la palabra "compañeros" cuando se referían a sus oponentes en público -más si había micrófonos o bolígrafos presentes- , pero los calificativos que se dirigían en privado mostraban la anchura del desfiladero.
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