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10 'kilos' por un asesino

El detective privado José Pimentel se pateó nueve países buscando a un criminal

Se pasea por las calles de Madrid a bordo de un Jaguar blindado que vale 27 millones de pesetas. No es que sea millonario, pero su sagacidad, paciencia y discreción le reportan buenos dividendos. Si tiene que patearse nueve países suramericanos buscando a un criminal, lo hace. Es su oficio. El director general de Detectives Montes, José Pimentel, sabe que su trabajo es muy comprometido. Por eso nunca abandona la oficina sin su pistola Astra, aunque subraya: "No voy dando tiros por la calle".

Uno de sus últimos casos -la implacable persecución de un asesino- ha llevado su foto a las páginas de muchos periódicos. Gracias a él, está hoy entre rejas -con una condena de 28 años- el empresario gallego David Díaz. Con una sevicia desconocida, David asesinó y enterró en un descampado a uno de sus empleados para evitar que delatase sus chanchullos inmobiliarios.Los padres del fallecido, dos años después del crimen, se plantaron en su lujoso despacho rogándole que buscara a su hijo, o lo que quedase de él. Pimentel olfateó los pasos del asesino por media Suramérica. Al final dio con él en Panamá y logró que la policía de aquel país le metiera en la cárcel.

La satisfacción de la misión cumplida se trocó sólo unos días después: el industrial se fugó de la cárcel. Pimentel y su equipo se desplazaron nuevamente a Panamá. Llenó el país de wanted y merced a unos contactos con un agente de la Interpol no tardó en echarle el guante de nuevo. Pero ya no le quitó los ojos de encima. En el mismo avión en que viajó David a España, escoltado por un policía panameño, iba Pimentel.

Sus amigos le llaman Pepe; y casi todos sus empleados (un centenar), don José. Nació hace 43 años en Sancti-Spiritus, una abstrusa aldea de Badajoz de 300 almas.

Por su despacho desfilan sujetos atados a historias variopintas: cónyuges que sospechan infidelidad en su pareja, empresarios que desconfían de la lealtad de sus empleados, trabajadores que dudan de la insolvencia de sus jefes... Los casos de personas desaparecidas y de crímenes sin resolver también empiezan a amontonarse sobre la mesa de su despacho.

Una extraña mujer

Recuerda José Pimentel el caso de un atormentado hombre cuya esposa desaparecía periódicamente de casa: se subía al coche y recorría cientos de kilómetros. Montó un dispositivo de vigilancia y comprobó que la extraña mujer mantenía relaciones amorosas, por separado, con dos de los hermanos de su esposo. Fotografías, notas, escuchas legales. Todo vale ("eso sí, respetando siempre la ley") con tal de satisfacer al cliente.La reacción del cliente cuando escucha el resultado de la investigación de infidelidad matrimonial, por ejemplo, es siempre incierta: "Todos vienen con la idea preconcebida de que algo ocurre, pero necesitan conocer la verdad. Cuando la conocen, unos se derrumban anímicamente; otros estudian el por qué han llegado a esa situación y, los más, se enfurecen".

Asegura Pimentel que el trabajo que realizan sus hombres (días y noches tras los pasos de alguien) es impagable. Un equipo de investigación -dos agentes y un vehículo- cobra entre 6.000 y 8.000 pesetas la hora.

Paciencia y más paciencia es lo que se necesita, dice, para hallar, por ejemplo, a menores que desaparecen de casa sin dejar rastro. "Luego aparecen en sectas o en lúgubres submundos. La agencia no es una hermanita de la caridad", pero, a veces, Pimentel sucumbe ante las lágrimas de clientes sin dinero. Los padres del muchacho asesinado le han pagado 10 millones de pesetas. Fueron 120 días de trabajo.

Detrás de sus gafas rectangulares se oculta un personaje romántico y existencialista. Cita pausadamente a Graham Greene ("El amor no posee ni quiere ser poseído; y no da sino a sí mismo, y nada toma sino de sí mismo") para hallar las causas del desamor que agobia a muchos de sus clientes.

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