Rumba, sexo y guerra
Mucho antes de que actuara Alfonso Guerra, en una intervención estructurada a la manera del discurso de Marco Antonio en el entierro de César -que no sólo de Machado vive el hombre-, el verdadero plato fuerte de la reunión socialista en el pabellón polideportivo de Córdoba lo ofreció el grupo musical Alcatraz, que con un selecto ramillete de rumbas flamencas abrió boca y levantó los ánimos y puede que algo más de un público compuesto en sus tres tercios por veteranos del socialismo y de la vida: jubilados o nuestros mayores, en la jerga socialista.Dos mozas de rotunda anatomía apenas contenida por sendos minivestidos de látex, uno blanco y el otro negro, movían aceleradamente sus encantos, mientras dos viriles vocalistas, con el pelo cardado a lo cretense -ya saben, la parte de atrás en estela- y una serie de músicos, entre ellos un mulato, se mantenían al fondo del escenario. Como el re cinto ya estaba casi lleno y aún faltaba un buen rato para que empezara el acto, y mucho más ,para que saliera Alfonso Guerra, el único que realmente interesaba a los presentes, Alcatraz se prodigó y hasta atacó con un intento de coreografía apache, de bajos fondos parisienses, poco después de que uno de los del crepado trágico anunciara. "Y ahora, para todos ustedes, de la telenovela La loba herida, el tema ¡Torero!". Dicho esto se retiró la chica de negro y los dos tipos empezaron a zarandear a la de blanco y a mandársela el uno al otro. En la platea, los viejitos se sujetaban al bastón.
Pero esto no fue todo, compañeros. Faltaba lo mejor. Y es que, a pleno chimpún, los músicos atacaron el himno de Eurovisión, o de la alegría, para lo cual sacaron al mulato de detrás de los bongos y lo acercaron al proscenio, y allí, tomados de la mano, le pidieron al público su colaboración, y así fue cómo la entrañable parroquia se incorporó como pudo, unos y otras se tomaron de las manos y empezaron a balancearse a los acordes de la emblemática melodía. Y cuando ya le habían cogido el truco al asunto, uno de los vocalistas, el que más se parecía a José Luis Perales, gritó "¡Hey!", y ahí los ancianos lo dejaron correr, porque era ya mucho trote.
Menos mal que los teloneros calmaron el tremendo ambientazo, sobre todo el presidente de la Junta de Andalucía -por aquí dicen que las ovejas andaluzas cuentan Chaves para dormirse-, y para cuando pisó el escenario el vicesecretario general del PSOE todo el mundo andaba con las ganas. Y así fue cómo más o menos empezó: "Yo no he venido aquí para presionarles para que nos voten", y luego soltó la traca que ustedes pueden leer en otro lugar de este periódico.
Nada como Alcatraz.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.