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Tribuna:ELECCIONES 6 DE JUNIO
Tribuna
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La sombra errante de Caín

Quizás resulte inevitable que los políticos sin posibilidad alguna de alcanzar la presidencia del gobierno reciban en las entrevistas periodísticas un trato menos amable del que suele dispensarse a los actuales o futuros inquilinos del Palacio de la Moncloa. Pero aunque este fuese también el caso de Julio Anguita, el incial tantarantán que le propinó el jueves Luis Mariñas en Tele-5 tuvo probablemente un origen mas íntimo. El inconfundible aire de familia a lo Sandokan que emparenta al político entrevistado con el periodista entrevistador encierra tal vez la clave salgariana de esa hostilidad explícita: es bien sabido que los polos del mismo signo se repelen y que los hermanos gemelos suelen tener relaciones emocionales ambivalentes y complicadas.La sombra del conflicto fratricida, fuente inagotable de inspiración para las tragedias clásicas, se proyectó contra las paredes del estudio no sólo cuando el barbado director de Mesa de Redacción se tiraba a la yugular de su especular invitado y recibía como cristiana respuesta las sonrisas mas tristes de la noche. Los periodistas y las preguntas de la calle registraron también concienzudamente al coordinador de IU para buscar entre sus ropas la quijada con que Caín puso fin a la vida de su hermano Abel. A lo largo de dos horas de interrogatorio, las víctimas sacrificadas por Anguita en el altar de las bases -Sartorius, Castellano y Almeida- salpicaron una y otra vez la credibilidad de sus afirmaciones rituales sobre el pluralismo de IU. Anguita no estuvo fino para defenderse, seguramente porque su único argumento eficaz hubiese sido recordar cínicamente que Dios ayuda a quien madruga y que los purgados de hoy fueron purgadores ayer y tratarán de serlo de nuevo mañana.

La explicación según la cual los tres dirigentes de Nueva Izquierda fueron desplazados de las listas por una decisión dé la soberanía popular y no por un acto de venganza fue devuelta una y otra vez como un cheque sin fondos. El procedimiento para descabezar a los tres ex-

diputados que votaron a favor de Maastricht constituyó un grotesco remedo de las primarias americanas; invocando en vano el nombre del principio democrático, la consulta sobre las listas fue resuelta por un colectivo jibarizado de militantes del PCE. El propósito de la maniobra es evidente: Anguita prefiere un grupo parlamentario fiel y disciplinado a otro mayor que pueda escindirse o pactar con el PSOE.

Julio Anguita no logró acortar distancias ni calentar el ambiente en la entrevista: le falta humor, le sobra pomposidad, es impermeable a los razonamientos y su inclinación por lo sublime le hace bordear el ridículo; tiene, en cambio, la singular virtud de no hablar mal de la gente y de resistirse a personalizar los conflictos. Por lo demás, las gentes que militaron antaño en el PCE tendrán ciertas dificultades para reconocer en su retórica, en sus análisis y en su doctrina las huellas de esa ideología marxista que tan emocional y vigorosamente defiende; algo parecido le ocurriría a cualquier melómano si le dijeran que el género chico es el fiel continuador de las óperas de Wagner.

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