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Entrevista:

"La situación de Ebro es dramática"

"La situación de Ebro es dramática", enfatiza el presidente de Sarrió, Carlo Bonomi, industrial italiano que negoció un intercambio de activos con Javier de la Rosa, representante de Kuwait Investment Office (KIO). La suspensión de pagos del Grupo Torras dejó a Bonomi una deuda de 8.600 millones, que ahora exige en los tribunales españoles y británicos. Bonomi, accionista de Prima Inmobiliaria y de Ebro Agrícolas, teme por el futuro de esta compañía y exige una acción rápida del Gobierno, al que acusa de dejación en el caso KIO. Sarrió celebra junta de accionistas el sábado.

ERNESTO EKAIZER, Carlo Bonomi, cabeza del grupo italiano que lleva su apellido, se ha visto salpicado, a su pesar, por el escándalo KIO por haber hecho negocios con el grupo kuwaití.

Pregunta. Ustedes se han quedado sin cobrar 8.600 millones y además han sido incluidos en una querella criminal de KIO. ¿Cuál es su explicación?

Respuesta. Sarrió vendió a KIO sus activos papeleros en febrero de 1991 por el precio de 43.600 millones de pesetas. La forma de pago de estos activos se estableció, entre otras cosas, en un pago aplazado de 15.000 millones que debía ser satisfecho en tres plazos: diciembre de 1991, diciembre de 1992 y diciembre de 1993. Como instrumentación de este pago nos entregaron acciones de Torraspapel que debían ser rescatadas por Torras al vencimiento de cada una de estas fechas de pago. El pago de 1991, 4.600 millones, lo realizaron rescatando un tercio de las acciones de Torraspapel.

Por ello nos cogió por sorpresa el anuncio de la suspensión de pagos de Grupo Torras. Precisamente, la fecha elegida no nos parece casual: son 15 días antes del vencimiento de otros 4.600 millones el 31 de diciembre de 1992. Por otra parte, nunca hemos comprendido bien a quién va dirigida esta suspensión de pagos. Si se analiza la documentación explicativa de la misma, es fácil comprobar que no existen realmente acreedores suficientes como para justificar el impacto y perjuicio que ha creado para España esta suspensión de pagos: KIO es el principal acreedor de Grupo Torras, con casi un 80% del pasivo. Después está el pasivo bancario, que son créditos privilegiados, y los acreedores ordinarios sólo representan un pequeño porcentaje del pasivo. Por tanto, parece ser una suspensión de pagos acordada por el accionista/ acreedor sin otra razón que buscar un mecanismo legal para poder abandonar sus empresas. No nos han dejado otra salida que reclamar ante los tribunales para que KIO y KIA paguen su deuda.

P. En la querella contra sus ejecutivos, KIO ve esta venta de activos como una confabulación entre Sarrió y Javier de la Rosa.

R. La operación de adquisición de los activos de Sarrió en aquel momento respondía, yo creo, a una estrategia correcta de KIO, porque con estos activos Torraspapel se hacía con una red de distribución. importantísima en España y, prácticamente, se convertía en la única gran papelera española. Un verdadero monopolio. Por tanto, había una lógica industrial estratégica. En aquellos tiempos, ellos pensaban que el sector papelero era una industria que necesitaba muchos capitales y ya tenían en mente, yo, creo, la idea de venderlo a una gran empresa multinacional. Y en este sentido, poder presentarse como la única gran papelera española que controlaba todo el mercado era importante con vistas a una venta posterior.

Pago de comisiones

P. Pero todas las comisiones que se han pagado, según la querella de KIO, por un lado, y el pago pactado de unos activos con otros, condujeron a una operación compleja.

R. Yo desconozco todas las sociedades que, según los kuwaitíes, participan en la operación. Nosotros conocemos a Johnston Associates, que actuó como banco de negocios en la transacción y a quien pagamos la comisión habitual a este tipo de operaciones como a cualquier otro banco de negocios que hubiera intervenido, algo más de 200 millones.

P. ¿Por qué aceptó usted el pago con acciones de Ebro y Prima Inmobiliaria?

R. En la negociación hubo tres formas de pago: una parte al contado, otra parte aplazada, y una tercera, con activos y acciones de empresas de Grupo Torras. Esto último era una condición impuesta por KIO y fue lo que más echaba atrás a Sarrió. Finalmente, aceptamos la entrega de estas acciones como forma de pago ya que nos convertíamos en socio de KIO en dos empresas con una importancia evidente y en las que, como en el caso de Prima, parecía haber inversores independientes. Firmamos un pacto en el que ellos se comprometían a darnos entrada en el consejo y en la comisión ejecutiva y nosotros a no vender sin antes ofrecerles nuestras acciones.

En la transacción no pudimos hacer análisis y nos basamos en los datos de Torras. En junio de 1991, entro en Prima, pero en septiembre y octubre veo que las cosas no se corresponden con lo que nos han dicho. En Prima, creíamos que íbamos a ser socios de una compañía inmobiliaria donde había inversores independientes a KIO, como el promotor Gerald Hines, de Estados Unidos, con el cual KIO había trabajado muchísimo.

Pero esto era una ficción. Las compañías accionistas de Prima, presuntos tenedoras de acciones de inversores independientes, eran fiduciarias de KIO, y una significante mayoría del capital de Prima era de KIO, ejerciendo los hombres de KIO un total control de la compañía en beneficio del accionista mayoritario. Descubrimos que el título había sido mantenido artificialmente alto en Bolsa a pesar de que la Comisión de Valores opine que este mantenimiento del precio de cotización puede calificarse de "comportamiento impecable".

Es curioso que el precio de las acciones de Prima deja de mantenerse artificialmente justo una vez que Sarrió acepta acciones de esta sociedad como pago. Por tanto, nosotros analizamos unas cotizaciones que no eran representativas de la realidad. KIO gestionaba Prima como si fuera 100% suya, de lo cual se derivaban varias irregularidades, como la compra de activos de Ercros a precios inflados, la construcción del pabellón de Kuwait en la Expo 92, que nunca fue totalmente pagado por Kuwait a Prima... Todo era así.

P. ¿Pero el consejo de administración no aprobaba previamente estas inversiones?

R. No, no. ¡Qué va! Eso venía después. Recuerdo que un día salió en el consejo de administración que teníamos que cobrar todavía de Kuwait el dinero del pabellón o parte de él. Había imposiciones muy claras, que el consejo no conocía hasta después de llevadas a cabo. En el caso del pabellón fueron ocho millones de dólares (800 millones de pesetas). Yo escribí varias cartas al entonces presidente, Fouad Jaffar. Mis cartas no tuvieron respuesta. Prima no tenía nada que ver con la empresa en la que habíamos aceptado entrar.

El caso de Ebro es diferente. Ebro también era un cliente potencial del cartoncillo. Mi preocupación por la situación actual de Ebro es muy fuerte. Se trata de una empresa de un enorme valor estratégico, pero está sin rumbo. Los accionistas están divididos. El accionista mayoritario dice que quiere vender pero no se sabe a quién, cómo y cuándo. Si preguntas en el consejo, que se reúne muy esporádicamente, nadie te dice nada. Estos señores de KIO no aparecen. Puedo asegurar que la comisión ejecutiva de Ebro, de la cual yo formo parte, se ha reunido sólo una vez en los dos últimos años. La situación es dramática.

P.¿Cómo es posible? ¿Cuándo fue la última vez?

R. En los últimos dos años, hace pocos días, antes de la junta general ordinaria.

P. Se habrá reunido sin usted...

R. No, no. En absoluto.

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