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6 DE JUNIO, ELECCIONES LEGISLATIVAS

La jugada maestra

González ofreció a Garzón participar en las listas del PSOE una semana antes de convocar las elecciones

Luis R. Aizpeolea

La mañana del martes 27 de abril, el presidente del Gobierno, Felipe González, daba el golpe más espectacular de la precampaña al cerrar en La Moncloa con los magistrados Baltasar Garzón y Ventura Pérez Mariño su compromiso de concurrir en las listas electorales socialistas. Era la segunda vez que González y Garzón se veían en su vida. La anterior había sido el sábado 27 de febrero, en Quintos de la Mora (Toledo). La clave que permite descifrar el enigma de cómo es posible que con sólo dos entrevistas el juez más popular de España acepte saltar a la política de la mano de Felipe González estaba en el cuarto testigo del encuentro en La Moncloa, el presidente de Castilla-La Mancha, José Bono.

Una manifestación de familiares de presos de ETA ante la cárcel castellano-manchega de Herrera de la Mancha, poco antes de las pasadas Navidades, está en el origen remoto de la historia. Algunos familiares de presos insultaron a los guardias civiles que vigilaban el recinto penitenciario, y el presidente de la comunidad, José Bono, hizo una crítica genérica contra los "amigos de ETA".Cuando Bono vio transcritas sus declaraciones, temió que pudieran interpretarse como un ataque a determinados magistrados, como el juez Baltasar Garzón, y decidió llamar a su amigo, el magistrado Ventura Pérez Mariño, para que le pusiera en contacto con el juez para darle explicaciones. Bono y Pérez Mariño son viejos amigos. Se conocían desde sus tiempos de estudiantes, habían trabajado juntos y habían militado ambos en el Partido Socialista Popular (PSP).

Bono llamó a Garzón, y quedaron citados a los pocos días en un restaurante madrileño para almorzar. Fue el inicio de su amistad. Se vieron numerosas veces "quizás hasta una decena"- antes de la fecha crucial del 27 de abril. Cuentan que Bono confirmó inmediatamente que su interlocutor era un hombre de ideología progresista y que sentía un profundo respeto por Felipe González. En una de las conversaciones que Bono mantuvo con Garzón, a mediados de febrero, le preguntó al juez si quería conocer a Felipe González. Garzón aceptó.

José Bono había invitado al presidente del Gobierno a asistir en Toledo, en la noche del viernes 26 de febrero, a la clausura de una jornada municipal del PSOE y aprovechó la ocasión. Planteó al jefe de Gobierno la posibilidad de que prolongara un día más su estancia en la comunidad para celebrar un encuentro con Garzón y otras personalidades representativas de diversos sectores sociales.

Romper el aislamiento

El presidente de la comunidad castellano-manchega era receptivo al discurso reiterativo de González de romper el aislamiento del PSOE y abrirse a sectores más amplios de la sociedad, y le planteó el encuentro en esos términos. A González le gustó la idea y acordaron reunirse el mediodía del sábado, 27 de febrero. Se celebraría en la localidad toledana de Quintos de la Mora, un coto propiedad del Estado.

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Bono lo organizó. Citó con unos 10 días de antelación a los magistrados Baltasar Garzón y Ventura Pérez Mariño; al abogado Gregorio Marañón; al pintor Antonio López; al presidente de Greenpeace, Xavier Pastor; al presidente del Proyecto Hombre, al máximo representante de Sacerdotes contra la Droga, Modesto Salgado; a la vicerrectora de la Universidad de Castilla-La Mancha, Clementina Díez Valdeón; al presidente de la cooperativa La Solana, Rafael López; al presidente del Consejo de la Juventud, Josele Sánchez, y al representante de los Boy Scouts españoles. También fueron invitados la alcaldesa de El Ballestero (Toledo), Concha Vázquez; el consejero de Agricultura de la Junta de Castilla-La Mancha, Fernando López Carrasco, y la esposa de José Bono, Ana, Rodríguez. .

Los convocados no se conocían entre sí con la excepción de Garzón y Pérez Mariño, por un lado, y Gregorio Marañón y Antonio López, por otro. Bono era el hilo conductor, y lo único que sabían los invitados era que iban a encontrarse con Felipe González, pero desconocían quienes iban a ser sus compañeros en la jornada. Estas medidas tan férreas se adoptaron por asegurar la discreción del encuentro, manifestó uno de los asistentes.

La cita inicial fue a las doce del mediodía en el Hotel Montes de Toledo, en la localidad de Los Yébenes. "Hacía un día criminal, de lluvia y frío", recuerda uno de los asistentes. Los convocados se dirigieron en varios automóviles a la finca, a un cuarto de hora del hotel. En la entrada de la casa les esperaba Felipe González, en solitario.

El presidente conocía únicamente a dos de sus invitados, el abogado Gregorio Marañón y el pintor Antonio López. Tras saludarles, les mostró un trabajo que estaba realizando sobre trasplante de encinas. A continuación pasaron al interior de la casa. "Era sorprendentemente modesta en espacio y mobiliario", dice uno de los asistentes.

González pidió a sus convidados que se sentaran en torno al fuego y empezó su charla contando el viaje que acababa de realizar a China e India. "Estaba bastante impresionado por la capacidad de crecimiento de China", dijo uno de los asistentes. Mientras hablaban degustaron queso manchego, acompañado de vino de la tierra.

Alrededor de las dos de la tarde se sentaron en la mesa para almorzar. González se situó entre Garzón, a su izquierda, y el religioso Modesto Salgado, a su derecha. Enfrente se colocaron Gregorio Marañón y Ventura Pérez Mariño. Felipe González y sus invitados empezaron a discutir sobre política nacional mientras despachaban unas judías blancas, un filete y naranjas, que depositó sobre la mesa una señora que desapareció tan discretamente como llegó.

Críticas al Gobierno

El protagonismo de la reunión lo tuvieron Baltasar Garzón, Ventura Perez Mariño y Gregorio Marañón. Fueron muy críticos con la actitud del Gobierno hacia la sociedad. No eludieron descalificativos para la política económica, al caso Filesa, al aislamiento del Ejecutivo y del PSOE, y coincidieron en la importancia del liderazgo de Felipe González para remontar la situación. "Se le hizo un diagnóstico de la situación muy sincero. Al hilo de las encuestas se le habló del clima de depresión", dice uno de los asistentes.

El juez Baltasar Garzón fue muy insistente en la necesidad de transparencia del Gobierno y las instituciones, del funcionamiento de la Justicia, crítico con el Ministerio Fiscal, y coincidió con sus compañeros en la necesidad del liderazgo de González.

"Las críticas fueron muy directas y sinceras, pero estaba claro, a la vez, que se hacían desde dentro del proyecto que representa González. Aquélla no era una reunión con el secretario general del PSOE, sino con el presidente del Gobierno", dice uno de los asistentes.

Ésa fue también la tónica del resto de los asistentes, que intervinieron menos. Modesto Salgado planteó los problemas de la droga. El pintor Antonio López tuvo una apasionada intervención, de carácter humanista, en defensa de la superación de las fronteras y del acercamiento del hombre a la naturaleza.

También tuvo un protagonismo el presidente de Greenpeace en la última hora de la sesión. Pastor reprochó a la administración socialista la falta de sensibilidad hacia el medio ambiente, aunque concedió a González que tanto él como el ministro de Obras Públicas y Transportes, José Borrell, estaban en una onda más receptiva.

"González entró al trapo y no rehuyó una sola de las críticas. No puso mala cara, y también fue muy sincero en sus respuestas. Estuvo autocrítico, reconoció errores e insistió en su preocupación por la gobernabilidad del país ante el horizonte que se planteaba, aunque hablaba aún de agotar la legislatura hasta el otoño", señala un asistente.

En el tramo final del encuentro, el jefe del Gobierno se explayó hablando de agricultura y medio ambiente en respuesta a las críticas del presidente de Greenpeace. González, que sorprendió a algunos de los asistentes por sus conocimientos en materia agrícola, se extendió en distinguir entre las "críticas serias y la demagogia" en materia ecológica.

Señaló en su discurso que "no se pueden transplantar mecánicamente los problemas de medio ambiente de Alemania a España" y puso como ejemplo que "en Extremadura, por ejemplo, el problema, no es la lluvia ácida, sino la escasez de agua y la desertización".

Felipe González también se extendió en su primera intervención de precampaña en Madrid, anteayer, viernes, en esta cuestión, por lo que uno de los asistentes afirma tener la sensación de que "aquel encuentro le sirvió a Felipe González como uno de sus ensayos del discurso que ahora está haciendo".

Un poco antes de las siete de la tarde se levantó la sobremesa. José Bono tuvo, como intermediario, un papel muy discreto. "Sólo intervenía el algún momento aislado para introducir alguna cuestión", señala un asistente. Una hora antes, el presidente de Castilla-La Mancha empezó a recordar a González que tenía que terminar porque tenía una cita pendiente en La Moncloa, pero el jefe del Gobierno se alargó una hora más. "Seguro que llegó tarde a la cita", dice un asistente. Sobre la mesa queda,ron vacías todas las existencias de la casa de pacharán y anís de Chinchón.

Autocrítica

Felipe González salió satisfecho. Sus convidados, también, según manifiestan algunos de los asistentes "por la sinceridad y espíritu autocrítico, del presidente del Gobierno". No volvió a ver a ninguno de sus interlocutores, con lit excepción del presidente de Castilla-La Mancha, quien mantuvo el hilo conductor con Garzón y Pérez Mariño.

La reunión fue decisiva. Bono siguió viendo a Garzón, y le transmitió, con la autorización de Felipe González, la pretensión del jefe de Gobierno de contar coja él en su proyecto político. Garzón mostraba, por su parte, un interés creciente por los planteamientos autocríticos y reformistas de González que le transmitía Bono. Lo mismo sucedió con Perez Mariño.

Por fin, llegó la oferta. Fue a comienzos de abril, un semana antesde que González disolviera las Cortes. Bono planteó a Garzón si estaría dispuesto a participar en las candidaturas del PSOE. El juez mostró un cierto asombro, pero respondió que estaba dispuesto a estudiar la oferta. Paralelamente, recibieron ofertas otros dos de los asistentes al almuerzo de Quintos de la Mora, Pérez Mariño, y, al parecer, Gregorio Marañón. Este último declinó por sus compromisos profesionales.

El encuentro final se produjo la mañana del martes 27 en La Moncloa. González se entrevistó con Garzón y Pérez Mariño en presencia de Bono. El acuerdo se acabó de cerrar en hora y media de conversación con Felipe González. Ambos ya iban dispuestos a aceptar, tras las conversacionesque habían mantenido previamente con Bono.

Todas las fuentes consultadas aseguran que "no hubo un mercadeo" sobre compromisos de gobierno, aunque nadie del entomo de Felipe González y de los magistrados pone en duda que tendrán responsabilidades en el área de Interior o Justicia en el caso de que el PSOE revalide su victoria en las urnas. También parece existir el compromiso por ambas partes de asumir la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la Ley de SeguridadCiudadana, tan combatida por Baltasar Garzón.

El impacto de la noticia ha afectado a la precampaña electoral de forma notoria. El viernes por la noche sonó una atronadora ovación de los militantes y altos cargos socialistas que abarrotaban el Palacio de Exposiciones y Congresos de Madrid cuando Felipe González citó a Garzón y Pérez Mariño, y denunció los ataques que estaban recibiendo por su participación.

Bono, el intermediario en la operación, afirma que "para algunos, sólo son jueces justos los que son antisocialistas y de dere chas". El presidente de Castilla-La Mancha se da por satisfecho. "El verdadero protagonista es Felipe González, y estoy muy satisfecho de haber servido de instrumento", dijo ayer a este diario.

La discreción ha sido clave en el triunfo de la gestión. Sólo estaban al tanto de la operación González, Bono y el vicepresidente del Gobierno, Narcís Se rra, además de Garzón y Pérez Mariño. Ha sido el secreto político mejor guardado del año.

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