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Alex Zülle, primer líder tras volar contra el reloj a más de 50 kilómetros por hora

Carlos Arribas

El suizo Alex Zülle (ONCE) confirmó ayer los pronósticos, reventó el cronómetro y ganó la primera etapa de la Vuelta (10 kilómetros contrarreloj por las calles de La Coruña). Es, así, el primer líder de la ronda. A los 24 años,en su segundo año de profesional, consigue también su segundo maillot amarillo. El año pasado ya fue líder, fugaz, en el Tour. En un segundo escalón, separados entre sí por sólo 15 segundos, lo esperado, los tres, grandes favoritos para ganar la Vuelta: Tony Rominger (Clas), Erik Breukink (ONCE) y Pedro Delgado (Banesto). Una etapa simbólica -en teoría sólo sirve para que alguien vista de amarillo comenzó a marcar diferencias. También dejó claro que esta edición es cosa de cuatro equipos.

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Recorrido nervioso

Zülle estalló. Comenzó con fuerza. No era extraño. El joven suizo es apreciado, sobre todo, por su potencia. Es tal ésta que no da la imagen de ejercerla. Parece surgir de forma natural, como un fluido, de sus largas piernas -mide casi 1,90 metros-. y enlazar con los pedales. En los primeros cuatro kilómetros ya se distanció. 10 segundos a Breukink y 17 a Rominger, dos especialistas. Donde Zülle tenia que demostrar algo más era en el siguiente tramo, los últimos seis kilómetros."Es inexperto y se hundirá. Ha calculado mal sus fuerzas", decían los especialistas. Pero fue al revés. Zülle metió la sexta marcha. Una por encima. Más potencia aún. El recorrido fue ideal piara su estilo. Calles anchas y rectas largas, pequeñas y suaves subidas y largos descensos. Bastantes curvas, pero no muy cerradas. No se veía obligado a frenar casi en seco para salir de nuevo. No requería gran dominio técnico. La velocidad media fue estimable, de 50,350 kilómetros a la hora.

Los corredores técnicos lo notaron enseguida. Y lo pagaron. Empezaron a bajar el pistón. Delgado, que en los primeros ,cuatro kilómetros había cedido 15 segundos, cedió 15 más en los siguientes cuatro y 1.5 más aún en los dos, últimos. Zülle entonces esprintaba. Delgado intentaba ya recuperarse del esfuerzo.

"Echa el resto ahora"

"Echa el resto ahora que después viene terreno para recuperar", le decía por el megáfono su director, José Miguel Echávarri. Y, así, con. veteranía, actuó el segoviano. No se jugaba la Vuelta. No era cuestión de vaciarse de forma suicida ni es esta una especialidad, la del prólogo, en la que se sienta a gusto. Al final, en un terreno que no es el suyo, perdió 45 segundos frente a Zülle. Casi un minuto parece mucho, pero Delgado) cumplió sus previsiones frente a los que consideraban los pronósticos que van a ser sus enemigos. "Espero no perder más de 20 segundos", decía el domingo. Y cumplió. No llegó a ese número lo donado a Breukink y Rominger.

El juego parece aclararse. Manolo Sáiz, director del ONCE, tiene a un líder, Zülle, y al hombre con quien quiere ganar la Vuelta, Breukink, sin la presión del amarillo. El suizo confirma la estrategia: "Voy a intentar aguantar a tope los primeros 15 días. Es lo que me ha dicho Manolo. Lo que haga en la última semana, si me hundo o no, ya será algo de regalo". Esta estrategia tiene algún antecedente en el currículo de Sáiz y el resultado final no fue el previsto: Mauri se quedó con el liderato que estaba previsto vistiera Lejarreta. "No creo en lo que dice Sainz", replica Delgado por enésima vez, porque el segoviano siente una desconfianza casi inflnita, quien sabe si es mera intuición, hacia el corredor suizo. "Este corredor [por Zülle] puede estallar en cualquier momento y si es así la ventaja que ha tomado es importante". Zülle va a ser un líder en entredicho hasta Navacerrada. A partir de ahí, no habrá conjeturas.

Bajo un cielo gris y triste, entre nubes y claros que diría el hombre del tiempo, a veces lluvia, a veces sol, los directores de los equipos hacían de tenderos. Todos hablaban de peso. De llevar el peso de la responsabilidad de la Vuelta desde el principio. "Yo no lo quiero llevar desde el. principio", decía Juan Fernández, técnico del Clas de Rominger. "Esta contrarreloj es puramente simbólica. No -habrá diferencias importantes. No hay prisa

La táctica del disimulo

"Yo, a esperar", coincidía el director del Banesto, José Miguel Echávarri. Parecía que como el dependiente tramposo que con una mano distrae al cliente y con la otra añade peso a la balanza todos decían lo contrario de lo que pensaban. Es la táctica del disimulo que gustan de interpretar los directores. Manolo Sáiz, director del -ONCE, gran triunfador, callaba, sin ocultar sus deseos de coger el. liderato ya, el primer día. Mientras, el cuarto en discordia, Javier Minguez, jefe del Amaya, hacía de Brecht. Se distanciaba. Esa guerra no era la suya. "Amarillo, blanco, amarillo", recitaba antes de terminar la posible clasificación final. Los colores del ONCE y del Banesto dominarían. Los fucsia de los suyos no contaban. "Pero que no diga nadie que no quiere ganar esta etapa, porque es mentira".Al final, Mínguez quedó agridulce. En quien no confiaba de los suyos, Jesús Montoya -"no está en forma. Perderá más de 40 segundos en relación a los lobos, Breukink, Delgado y Rominger", decía Mínguez- le sorprendió. Sólo cedió 18 segundos a Breukink y Rominger, y tres a Delgado. Confiaba más en Laudelino Cubino. Y éste perdió más de la cuenta.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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