_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Peligro

Las viviendas generan peligrosos contaminantes. Lo publicó este periódico y estremecía descubrir la cantidad de cánceres, asmas, enfisemas y otras perniciosas patologías que corre el riesgo de contraer el hombre urbícola en cuanto atraviesa el zaguán de su casalicio. Si hay allí fumadores, ya puede ir llamando a la funeraria, pues el humo del tabaco emite benzopireno, un gas provocador de cataclismos pulmonares Y afecciones cardiacas. Las irritaciones y somnolencias que se creían producidas por los programas de televisión, se deben al formaldehído, que procede del tresillo pompeyano si ha sido tratado para darle apresto.

Moquetas y plásticos emanan estireno, un polímero perjudicial para hígado y riñones. La pintura de las paredes contiene disolventes cancerígenos. El agua caliente, esterilizada con hipoclorito, desprende similar veneno, y muchos ciudadanos ya han tomado la medida precautoria de no ducharse jamás, allá penas si al levantar el brazo tumban de espaldas a los compañeros del taller.

En la cocina se concentra monóxido de carbono. Cierto que abrir la ventana resuelve el problema. Pero entonces entrarán los azufres, carburos, hollines y toda la porquería ambiental que es capaz de producir el genio creador del ser humano. Y no concluyen los peligros ahí, pues el propio edificio puede ser un foco de radiactividad si tiene pararrayos de amianto o se asienta en rocas liberadoras de radón.

Sólo hay una solución para el urbícola: instalarse en la cumbre del Himalaya, donde podrá orearse a gusto y contemplar el panorama. Eso, o quedarse donde está, a ver qué pasa. A fin de cuentas, de algo se tiene que morir uno. Y si es en casa, con su pararrayos por si acaso, su moqueta confortable, su tresillo pompeyano, su agüita caliente y fumándose un puro coracero, mejor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_