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Volkswagen confía en que López Arriortúa le resuelva su "dramática situación"

"Nuestra situación es dramática". Con este realismo afrontó ayer el presidente de Volkswagen, Ferdinand Piëch, la conferencia de prensa en la que presentó los catastróficos resultados de 1992, año en el que los beneficios del grupo automovilístico alemán cayeron un 87%, a pesar de vender más coches que nunca. Por añadidura, el primer fabricante de Europa y cuarto del mundo ha perdido en el primer trimestre de este año 1.250 millones de marcos (casi 89.000 millones de pesetas), y sus posibilidades de no acabar 1993 en números rojos son prácticamente nulas. El hundimiento del gigante alemán no se debe sólo a la reducción del mercado provocada por la recesión económica, sino a un problema estructural heredado de la anterior dirección.Piëch se dio ayer un plazo máximo de dos años para reestructurar drásticamente lo que algunos califican ya de "dinosaurio" destinado a extinguirse, y para ello cuenta con el gran mago del momento, el español José Ignacio López Arriortúa, que fue el centro de atención de los periodistas. López asistió a la presentación del balance escuchando atentamente la traducción de los discursos y preguntas a través de los auriculares y sentado junto al otro español, también miembro del consejo de VW, el presidente de Seat, Juan Antonio Díaz Álvarez, pero no quiso hacer declaraciones hasta que pasen 100 días.

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