Volkswagen perdió 89.000 millones de pesetas en el primer trimestre
El grupo Volkswagen ha perdido en el primer trimestre de este año 1.250 millones de marcos (casi 89.000 millones de pesetas), y sus posibilidades de no acabar 1993 en números rojos son prácticamente nulas. Según su presidente, Ferdinand Piëch, la situación del constructor alemán es "dramática", y no se debe tan sólo a la reducción del mercado provocada por la actual recesión económica, sino a un problema estructural heredado de la anterior dirección. Piëch se dio ayer un plazo máximo de dos años para reestructurar lo que algunos califican ya de "dinosaurio" destinado a extinguirse, y para ello cuenta con el gran mago del momento, el español José Ignacio López Arriortúa.
La presentación, ayer en la casa central de Wolfsburg, del balance de 1992, se convirtió en el grito de alarma del mayor fabricante de automóviles de Europa y el cuarto del mundo. Durante el pasado ejercicio, pese aun aumento de un 11,9% en las ventas, de un 12,8% en la producción y de una considerable subida de la productividad, los beneficios descendieron en un 87%. "La situación es dramática", dijo Piëch, sólo para añadir a continuación que en el primer trimestre de este año aún ha sido peor y que no hay que esperar una pronta recuperación "ya que la recesión se mantendrá hasta bien entrado el año que viene".La crisis se explica de una manera muy simple. "En los ocho años que duró la expansión económica", dijo Piëch, "no hicimos el trabajo de reestructuración que debimos hacer. Así, cuando llegó la recesión, la notamos enseguida". La paradoja es que, en los últimos tiempos, casi puede decirse que VW perdía más dinero cuantos más coches vendía.
Hace tiempo que se sabe que los problemas de Volkswagen no tienen mucho que ver con la situación económica o con el retraimiento del mercado; la llegada de Piëch a la presidencia se produjo en este contexto y el español López Arriortúa, de hecho, va a ser simplemente su verdugo. El primero, sin embargo, ya ha hecho una parte del trabajo sucio reduciendo los dividendos, cortando las inversiones en un 50% y anunciando que la plantilla global del grupo (274.000 empleados) va a reducirse en 36.000 personas. La gran suerte de Seat, en este sentido, fue que las inversiones en Martorell, Barcelona, no podían ya pararse. [Seat cerró el año con pérdidas de 12.900 millones de pesetas, debidas en gran medida a los elevados costes financieros generados por el programa de inversiones que dio como frutos la nueva fábrica de Martorell y el lanzamiento, del nuevo modelo Ibiza].
Sin nombrarlo, Piëch criticó ayer a su predecesor, Karl Hann, el artífice de la gran expansión del grupo, el hombre que adquirió Seat y Skoda, pero que fracasó rotundamente en el control de los costes. Curiosamente, el ejemplo a imitar más citado por el nuevo patrón de VW no fueron los japoneses, sino los franceses, quienes, según Piëch, habrían hecho esta reconversión aprovechando las vacas gordas, razón por la que ahora producen beneficios con sólo un 70% de su capacidad productiva, mientras VW lucha por acercarse al 90%.
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