Querido primo...

Mi querido primo: ¡por fin te decides a saltar a la palestra! Acabo de saber que eres candidato. Todo te ha preparado para ello: tus brillantes estudios en la Facultad de Derecho, en la Escuela de Ciencias Políticas, tu profesión de abogado, tu mandato como alcalde en el pueblo de tu mujer. Tus dudas me inquietaban, pero tu decisión me tranquiliza. Serás diputado; el viento sopla a favor de tu partido y te convertirás en ministro. (...) Pero no te dejes llevar por la euforia. Los tiempos serán difíciles en tu nueva profesión. ( ... ) Los electores son exigentes, suspicaces y cambiantes. Vas a provocar la envidia, la calumnia, el odio y la delación. No se te ahorrará nada; las pasiones serán tan fuertes alrededor tuyo y de tus colegas que no hay nada que amenace verdaderamente la vida tranquila de nuestros conciudadanos. (... )Desde hace 12 años no se habla más que del Estado de derecho. La conversión de los franceses, por lo menos verbalmente, a los principios liberales parece alcanzada. ¿Puedo abordar un tema más personal? ¿Puede sobrevivir la decencia que debe practicar todo elegido? ( ... ) Un diputado, como un ministro, debe actuar con más delicadeza y escrúpulos que un hombre corriente. En toda ocasión debe servir de ejemplo. ( ... ) No se te perdonará nada. Ya lo sabes, y ésta es la razón por la que me agrada tanto animarte y me enorgullezco de saberte candidato. Tu afectísimo primo.

20 de marzo