Los etarras juzgados en París abandonan a vista para exigir que testifique Henri Parot
[En Madrid, el fiscal de la Audiencia Nacional Eduardo Fungairiño descartó que Parot pueda ser trasladado a París, debido a las elevadas penas a las que está condenado, y señaló que la Justicia francesa tiene elementos suficientes como para condenar a los juzgados. Parot, responsable del comando itinerante, fue detenido en Se villa en abril de 1990 y está condenado a 847 años de cárcell.El magistrado afirmó que el tribunal ya había demostrado suficientemente que no era "un instrumento del Estado francés, sino del pueblo francés", y que su actitud no obedecía a 11 oscuras maniobras subterráneas ni a un ejercicio de hipocresía". Pero los etarras no atendieron a razones. José María Arregui Erostarbe, Fitti, ordenó a los letrados en tono imperioso que abandonaran la sala. Los siete inculpados arremetieron a voz en gritó contra la fiscal Irene Stoller cuando ésta tomó la palabra y la calificaron de "enemiga del pueblo vasco", título con inquietantes precedentes y cuya lectura última no se escapa en medios jurídicos franceses.
En la mañana de ayer comparecían nuevamente ante la l4a sala de lo Correccional los siete inculpados en el proceso por presunta pertenencia a asociación de malhechores. Los siete presuntos etarras habían tenido toda una noche en el calabozo para reflexionar si mantenían o no su intención de abandonar el juicio hasta que no comparezca Henri Parot, algo que sabían concedido por el presidente del tribunal, a pesar del criterio contrario de la fiscal, Irene Stoller.
Esta jurista había manifestado que no era indispensable el testimonio de Parot, ya que su relato había sido ratificado en diversos puntos por las declaraciones de sus compañeros de comando Jacques Esnal y Frederick Haramboure, aunque luego se hubieran desdicho.
Pero los siete inculpados venían con la lección aprendida. De nada sirvió la elocuente acogida del juez: "Constato que están ustedes aquí y me felicito de ello. Lo digo sinceramente. No es satisfactorio llevar un juicio en una situación poco equilibrada. Hemos accedido a su principal demanda, la comparecencia de Henri Parot. ¿Qué más se puede hacer? Pueden juzgar que se trata de un ejercicio de hipocresía o de que el tribunal ha hecho un esfuerzo en un asunto delicado".
Las palabras del juez rebotaron contra la jaula de cristal. El primero en abrir fuego, por esta vez dialécticamente, fue Josu Otxantesana: "Hemos venido aquí para mostrar nuestro respeto por el tribunal [la víspera lo tachaban de "instrumento de la represión"]. Formo parte de un colectivo. Represento al pueblo vasco. Me siento solidario".
-¿Solidario de qué?, cortó el juez.
-Del pueblo vasco, replicó Otxantesana.
-Pero aquí no se está juzgando al pueblo vasco, remachó Monfort.
Tras afirmar el abogado François Blanco que todos los inculpados deseaban retirarse hasta que no se verifique la presencia de Parot, el magistrado renovó sus intentos de persuasión: "No se puede condicionar el juicio a un elemento futuro e incierto. No hay certeza de la presencia de Parot tal día y a tal hora, incluso aunque el tribunal lo ha ordenado. Mantienen una posición que no es jurídica ni razonable, es una posición política.
"Dicen pertenecer a un colectivo, sea, pero todos pertenecemos a colectivos", añadió.
"Parecería que el señor Otxantesana no tuviera su propia opción, como si alguien hubiera decidido por él", reflexionó con fingida inocencia el magistrado.
A partir de ahí, Monfort planteó un optimista análisis: "Ustedes son siete, es decir, siete cabezas, siete inteligencias". Segundos después se demostró que, en lo que concierne a cabezas, no había más que una. El juez invitó a tomar la palabra la fiscal, Irene Stoller, pero los siete acusados se levantaron enfurecidos y acallaron a gritos su discurso. Mientras Pakito gesticulaba, abandonada la sonrisa unos segundos, Esnal berreaba: "Cínica, enemiga del pueblo vasco", título de inquietantes resonancias y precedentes cuya interpretación última no escapa a la judicatura francesa, que se siente en el centro de una campaña para situarla en el punto de mira terrorista.
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