Cambios en China
LA ASAMBLEA Popular China, que inició sus sesiones el lunes pasado con un programa denso (reforma constitucional y aprobación de nuevas leyes para facilitar el desarrollo de la economía de mercado), tiene ante si dos temas prioritarios: en primer lugar, decidir entre acelerar el crecimiento económico o frenar su ritmo; en segundo lugar, la renovación de los puestos más importantes en la cumbre del Estado, cuyo resultado será enviar a la jubilación a los últimos mohicanos de los combates revolucionarios de los años treinta, que permitieron a Mao Zedong tomar el poder en 1949.Sobre el primer punto -el ritmo de crecimiento económico-, en los meses anteriores a la Asamblea se desarrolló una polémica muy fuerte en el Gobierno y en la dirección del Partido Comunista Chino (PCCh). El primer ministro, Li Peng, siempre propenso a frenar la expansión de la economía capitalista, había defendido la necesidad de tomar medidas para contener el índice de expansión económica. Su argumento era que China, a causa de un desarrollo excesivamente rápido, se ve amenazada por una fuerte inflación y por un calentamiento de la economía de efectos negativos. Sin embargo, todo indica que Li Peng ha sido derrotado y que el equipo de tecnócratas protegido por Deng Xiaoping ha impuesto su criterio: desarrollo de una economía capitalista dinámica que influya cada vez más sobre un sector estatal obsoleto.
El propio Li Peng, en su informe ante la Asamblea, apoya un ritmo de crecimiento del 8% o el 9%, en vez del 6% que antes defendía. Con ello, Li Peng conservará su puesto de primer ministro, pero su posición no ha salido reforzada. Por otra parte, las tesis tan duras que ha adoptado en el tema de Hong Kong, en el que rechaza de plano las propuestas del gobernador Patten, responden al intento de utilizar un lema nacionalista para superar las divisiones que el crecimiento económico suscita en la sociedad china. Es previsible que al exigir que el Reino Unido cumpla sin más lo pactado en 1984 para la devolución de Hong Kong obtenga un apoyo popular muy amplio. Tal posición repercute seriamente, a su vez, en las oscilaciones a la baja de la Bolsa de Hong Kong. En todo caso, la negociación será inevitable en un momento dado, y una actitud dura hoy será sin duda rentable para China. Además, dando la sensación de una tensión internacional aguda, Pekín justifica un incremento de su presupuesto de defensa, exigencia de los militares para aceptar el cambio generacional.
Según lo acordado por el Comité Central del PCCh, la Asamblea va a retirar de sus cargos al presidente de la República, Yan Shangkurig, y al propio presidente del comité, Wang Li. Si se tiene en cuenta la muerte reciente de Wan Zhen, vicepresidente de la República y defensor de la ortodoxia más dogmática, los veteranos de la guerra civil quedan reducidos a una presencia mínima.
Un dato sorprendente es la llegada a la vicepresidencia de Rong Y¡ren, uno de los multimillonarios rojos de Shanghai. Entre los nuevos nombramientos hay una fuerte presencia de personas de esa ciudad, la más abierta al extranjero. En cambio, y por primera vez desde 1976, el secretario general del partido, Jiang Zemin, asumirá también la presidencia de la República. Todo ello refleja cierta ambigüedad: de un lado, voluntad de cambio; de otro, empeño en conservar el control político. Este desfase entre una economía capitalista pujante y la negativa a una apertura política propicia sin duda situaciones contradictorias e inseguridad.
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