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La fiscalía acusará de homicidio a la joyera que mató a un atracador cuando éste huía

La fiscalía ha comenzado a acotar ya desde la perspectiva penal la presunta responsabilidad y el debate surgido en torno a la conducta de la joyera que mató de dos disparos, cuando huía, a uno de los atracadores que entraron en su local en la mañana del 14 de octubre de 1991 y a punta de navaja le robaron varias joyas. La fiscalía de Madrid pidió hace unos días la apertura de¡ juicio oral contra la joyera, Carmen Jiménez, quien, en un principio, va a ser acusada de un delito de homicidio.

El objetivo del ministerio fiscal es que Jiménez, dueña de joyería Alvioro (calle de Atocha, 18), comparezca ante un tribunal de la Audiencia para ser juzgada, independientemente de lo que ocurra al final de la vista, según explicaron ayer fuentes jurídicas.La decisión del acusador público coincide con la resolución de Susana Polo, la juez que instruyó el sumario y que decidió procesar a la joyera por el homicidio del atracador Miguel Rodríguez Cancho, de 29 años. Carmen Jiménez, tras el suceso, quedó en libertad provisional bajo fianza de 500.000 pesetas, según los citados medios.

El suceso, que va a obligar a Jiménez a sentarse en el banquillo, levantó un fuerte respaldo vecinal favorable a la joyera. El atracador muerto, que estaba casado y era padre de dos hijos, tenía antecedentes penales por tráfico de drogas y robos. Rodríguez Cancho (que entró al local acompañado de Enrique Galiano, el otro atracador, que salió ileso) recibió dos impactos de bala. Uno de ellos le entró por la espalda, a la altura del tórax.

De la reconstrucción judicial de los hechos se desprende, en un principio, que ambos atracadores amenazaron a la joyera con sendas navajas y le obligaron a ponerse de cuclillas mientras se abría la caja de seguridad del local.

"Mátala, mátala"

Al llegar el marido de la joyera al local, escuchó gritos de "mátala, mátala" proferidos por los asaltantes. Cuando huían, ya con el botín, Carmen se hizo con una pistola (calibre 38) y efectuó un primer disparo. Rodríguez se volvió y recibió el segundo. Esta versión procede de Enrique Galiano, el atracador que resultó ileso. Otra de las versiones (véase El PAÍS del 23 de octubre de 1991) se contradice con la anterior, en el sentido de que el marido de la joyera, Álvaro Anguas, llegó al establecimiento cuando su esposa ya había disparado. Álvaro Anguas rehusó ayer hacer declaraciones: "Hable con mi abogado, Pedro Romero", se limitó a decir. Este periódico intentó ayer conversar, sin éxito, con el letrado.

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