Dos minutos salvajes lanzan al Madrid
Si usted no lo vio y alguien se lo cuenta, créalo. Es cierto. En los dos últimos minutos del encuentro de anoche ocurrieron tantas cosas que aquello parecía un partido jugado a cámara rápida. Fue una nueva demostración, después del penalti fallado por el Deportivo el pasado sábado, de que este Madrid está en buena relación con los dioses. Tuvo un pie en el infierno y acabó en el cielo.La sucesión de hechos, en esos dos minutos salvajes, es impresionante. Minuto 89: Buyo, con un pie y ya en el último instante, le quita el balón a Colleter cuando éste se quedaba solo para rematar el 2-2. Minuto 90: En la siguiente jugada, y ya con el portero Lama rebasado, Michel, solo, remata a cuatro metros de la línea de gol, y Roche, bajo los palos, desvía a córner. Michel parecía haber fallado el gol de su vida, pero el árbitro, con toda la calma del mundo, se dirige a Roche, le enseña la tarjeta roja por tocar el balón con la mano y luego señala el penalti. Pero no todo acaba ahí. Minuto 91: Michel lanza el penalti por el centro, Lama desvía el balón hacia arriba y, cuando cae, se lanzan en su búsqueda Michel, un defensa francés y el propio Lama. La pelota rebota en el cuerpo de Michel -"no sé donde me dio", dijo luego- y entra mansamente en la portería. 3-1 para el Madrid. Lo que es la vida.
La noche ya había sido bastante rara hasta, que llegaron esos dos minutos caóticos. Quizá la emoción vivida ante el Deportivo estaba aún demasiado cercana, porque ni el ambiente ni la actitud de los jugadores despedía él calor de las noches europeas. La baja a última hora de Prosinecki, aquejado de un proceso gripal, también colaboró en la atonía general.
El planteamiento del partido quedó claro muy pronto. El París Saint Germain (PSG) iba a esperar atrás para lanzar contragolpes. Y el Madrid se armó de paciencia para trabajar los goles. En la primera parte, el PSG sólo tuvo una ocasión, un remate del peligroso Weah (m. 19) que Sanchis salvó bajo los palos. En el Madrid fallaba la circulación de balones (Hierro y Milla estuvieron lentos y torpes) y la llegada por las bandas (Lasa y Michel estaban bien cerrados). Pero dos genialidades de Butragueño, más eficaz cuando se retrasa cinco metros, le colocaron con una cómoda ventaja.
Fueron dos goles inesperados. El primero, porque no es habitual que Butragueño, el más bajito del equipo, marque de cabeza. Fue una picardía de la vieja sociedad Michel-Butragueño. Y el segundo, porque fue uno de esos goles made in Buitre. Paró el balón con el pecho, lo bajó al pie, quebró con la cintura al portero, y se lo dio a Zamorano cuando ya todo estaba hecho. Era el retorno del mejor Buitre, algo que ya estaba oliéndose en el ambiente en las últimas semanas. Si se confirma, y después de tanto tiempo en crisis, será el mejor fichaje del Madrid este año.
Todo parecía encarrilado cuando, de repente, el PSG se espabiló. Especialistas en las jugadas a balón parado, los franceses marcaron en su primer saque de esquina (m. 49), en una acción calcada de la del gol de Butragueño. A partir de ahí, y empujados por un Valdo que había pasado inadvertido en la primera mitad, el equipo francés lanzó continuos y rapidísimos contragolpes. Y el Bernabéu descubrió entonces a un jugador excepcional.
Ginola, dotado de una facilidad asombrosa para mover el balón, enloqueció a Lasa, obligado a derribarle cuando ya le había humillado con caños o regates. Su elegante juego, parecido al de Laudrup, desconcertó al Madrid, incapaz de detenerle.
El PSG fue apretando el acelerador, consciente de que estaba ganando terreno muy rápidamente. El Madrid, además, estaba cansado y replegado en su área. Notaba el esfuerzo del sábado. El empate rondaba el Bernabéu... Y entonces llegaron los dos minutos salvajes.
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