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Sirva la presente para hacer algunas, digamos, puntualizaciones a su magnífico trabajo de investigación que apareció en el periódico de su dirección el día 7 de febrero de 1993. Por otro lado, me gustaría felicitar a los valientes reporteros que osaron utilizar tan peligroso y arriesgado medio de transporte.Como habrá deducido, me refiero al artículo titulado Ovejas negras en taxis blancos.
Van las puntualizaciones:
1. La obligación del cambio. Como muy bien informa en su periódico es hasta 2.000 pesetas. Pero ¿qué pasa cuando a las tres de la madrugada te pagan un servicio de 150 pesetas, lógicamente hace unos años, con un billete de 10.000?
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Viene de la página anterior2. La higiene del conductor. Además de conductores guarros también se encuentran, como es natural, viajeros faltos del hábito de la limpieza e higiene personal. Sirvan algunos ejemplos. Señores, en el taxi con el que trabajé, algunos viajeros me quemaron la tapicería, otros se llevaron los ceniceros y los seguros de las puertas, se han llegado a dejar una compresa manchada y por dos veces ¡se mearon!
3. ¿Qué pasa cuando harto de dar vueltas por el foro quieres estacionar en una parada y, como siempre, están ocupadas por turismos hasta en triple fila?... ¡y ojo con quejarse!
4. Las molestias del usuario. Si las emisoras de radio molestan, no se me ocurre más solución que pedir los taxis con señales de humo, pero... a ver cómo lo hacemos cuando llueva. Si al usuario le molesta en un trayecto de minutos, imagínense lo que es aguantarla durante 14 horas diarias.
5. Para terminar, en el taxi, como muy bien sabrá, el Ayuntamiento fija tarifas, modelos de taxímetro, modelos de coche, modelos de mampara protectora, los talonarios de factura... Algunas de estas cosas son obligatorias, y es el taxista el que tiene que correr con ellas para dar un servicio público.
Quizás no sea yo el más indicado para dirigirme a su periódico en representación de un gremio al que, gracias a Dios, no pertenezco hoy en día. Quizás tampoco pueda hablar de mi corta experiencia con el taxi de mi padre durante los periodos de vacaciones que ocupaban el estudio de mi carrera universitaria. En honor a la verdad, he de decir que en ese corto periodo de tiempo me encontré con todo lo descrito en esta carta, además de una inmensa mayoría de gente amable, bien informada y educada.
Esta carta excede lo prescrito en su periódico para esta sección, pero creo que en aras de la información objetiva, que puede llevar a formación de la opinión pública, puede suplir el punto de vista que falta en su artículo: el del taxista honrado, cumplidor de la normativa y trabajador.
Sólo con un público bien informado, el trabajo resultará mucho más fácil.
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