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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La apuesta verde

EN LOS últimos tiempos, tres noticias han sido especialmente significativas en el mundo político europeo del ecologismo: el suicidio de Petra Kelly y del general Bastian en Alemania, las expectativas electorales de los dos partidos verdes en Francia y, finalmente, en España, la primera toma de conciencia colectiva de algunas agrupaciones ecologistas.La primera revela la grandeza y tragedia del proyecto de los verdes, cuya transformación de fuerza social en política es extremadamente difícil sin que lleve aparejada la pérdida de frescor y originalidad de una filosofía que para subsistir necesita ser global y no partidaria. No puede decirse, desde luego, que el destino del ecologismo sea el de la tragedia vivida por Kelly y Bastian, pero sí que la anécdota ilustra lo que ha sido en Alemania una cierta pérdida de influencia y la disgregación de la oferta política verde.

La segunda noticia es probablemente menos reveladora del entusiasmo por la conservación del planeta que de la fuerza con que en Francia se manifiestan la irritación con los modos políticos del partido socialista gobernante y el cansancio con un sistema político al que se intuye incapaz de ofrecer fórmulas eficaces de felicidad social. Los dos grupos ecologistas de Francia, Los Verdes y Generación Ecología, ya habían dado pruebas de su fortaleza en las elecciones municipales del año pasado. Sacaron conclusiones y, en noviembre de 1992, decidieron unirse y presentarse a las legislativas del próximo mes de marzo con candidaturas únicas. Tonterías, dijeron los restantes partidos: todos tenemos un programa ecologista, y es inútil que concurran formaciones verdes poco avezadas en la lucha parlamentaria. Pero, de pronto, dos sondeos realizados en enero les ha puesto en pie de igualdad con los socialistas como segunda fuerza política o, incluso, por delante de ellos (19% contra 17,5%). Hay muchos jóvenes que prefieren votar verde antes que a la izquierda clásica socialista o comunista.

El dilema con el que se enfrentan los ecologistas franceses en la hora del éxito es el siguiente: o adoptan modos tradicionales de la política democrática (transacciones, compromisos, alianzas, etcétera) o se refugian en un purismo que todavía no se sabe qué puede dar de sí. A nivel nacional, los verdes franceses siguen una estrategia de sustitución, y no de complementariedad, de los socialistas, mientras que en el nivel regional parecen inclinarse claramente hacia la derecha. ¿Tienen así respuesta a todos los problemas políticos? ¿Es posible que esa respuesta consista en utilizar el programa político de todos, meterlo en una coctelera y servir la mezcla al electorado? En una democracia parlamentaria, tal fórmula suele dar como resultado el deslavazamiento y la quiebra de un proyecto.

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En el caso de España, 19 formaciones ecologistas y pacifistas se unieron el pasado 25 de enero en el partido confederal Los Verdes. Han quedado fuera las grandes organizaciones como Greenpeace y está todavía inconcreta su proyección como partido político y su fuerza de atracción. Es pronto para saber si se consolidarán como opción política, e incluso alguno de los componentes de la nueva confederación ha manifestado que no se presentará a las próximas elecciones, sino que su vocación sigue siendo la de constituir un grupo de presión. Tal vez el destino de los verdes sea adquirir una fuerza social como partido que obligue a las restantes formaciones políticas a incorporar el ideario verde en sus programas, con todas las consecuencias; con ello habrán cumplido la misión que se han dado y podrán reintegrarse a la tarea de vigilancia y denuncia general.

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