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La mecha xenófoba prende en Austria

La ultraderecha recoge 300.000 firmas para pedir el fin de la 'invasión' extranjera

La puesta en escena está bien cuidada. El lugar, la gran sala de celebraciones de Biedermannsdorf, una población de 3.000 habitantes cercana a Viena. Las luces de la sala se apagan, suenan las trompetas y Joerg Haider, el líder de la ultraderecha austríaca, hace su entrada triunfal con aire de superestrella. La multitud congregada le recibe con grandes aplausos y furiosos pataleos. Le protegen dos guardaespaldas, elegantes y de cabeza rapada.

Haider, de 43 años, derechista, nacionalista y populista, líder del Partido Liberal (FPOE), que dispone de 33 diputados en un Parlamento nacional con 183 escaños, promete a la concurrencia "quitar la máscara a los poderosos" en defensa de los "austriacos humildes".La concentración en Biedermamisdorf` tenía como objetivo la promoción de la petición popular al Parlamento para cambiar la legislación e impedir la invasión extranjera en Austria. La petición fue lanzada por Haider bajo el lema "Austria primero", y desde el pasado día 25 hasta el próximo lunes está recogiendo firmas por todo el país para forzar el cambio legislativo. Ayer, ya había conseguido 300.000 firmas.

El líder ultra enumera a los enemigos del pueblo austríaco desde su particular perspectiva: los extranjeros, los partidos políticos y los izquierdistas en las filas de la Iglesia y los sindicatos.

El escenario bien iluminado, adornado con flores amarillas, deja paso a un Haider vestido impecablemente y mostrando su permanente color tostado. La arenga que pronuncia encoleriza cada vez más a un auditorio provinciano: "Los padres musulmanes quieren quitar los crucifijos de las escuelas austríacas"; "no libramos la guerra contra los turcos [1529-1638] para esto". Se oyen en la sala murmullos de aprobación, así como en el restaurante adyacente, en donde hay instalados altavoces.

Jóvenes voluntarios de la compañía de bomberos de Biedermannsdorf` (vestidos con uniforme militar verde) y ancianos supervivientes de la Wehrmacht (Ejército alemán) fuman y beben en un ambiente inevitablemente similar a las cervecerías subterráneas de Múnich en la década de los años treinta.

Los 'culpables'

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"Hay 220.000 austríacos que no encuentran una casa donde vivir", grita Haider, y denuncia a los culpables, apoyando sus argumentos en cifras estadísticas oficiales. "En Austria viven 360.000 musulmanes". Haider habla con elocuencia durante hora y media sobre la petición popular, en la que defiende "el espacio vital de Austria" y exige un cambio en la Constitución que suprima la condición de Austria como "país de inmigración". Exige también que todos los extranjeros lleven un documento de identidad permanente para distinguirlos de los Ilegales, que deben ser expulsados del país. Para Haider, un Estado policial es lo ideal, y, en consonancia, propone el aumento de "guardias del orden" para combatir con "más determinación" la criminalidad foránea".En las medidas se incluyen también a los niños cuya lengua materna no sea el alemán", porque, según Haider, "disminuyen el nivel educativo". Sugiere un sistema de apartheid en la instrucción escolar. El máximo tolerable de extranjeros por clase, que dominen perfectamente el alemán, seria de un 30%.

Mientras en la sala de Biedermannsdorf` el entusiasmo aumenta con el agobiante calor, afuera cientos de jóvenes se manifiestan silenciosamente contra Haider portando antorchas. Ellos cambiaron la consigna "Austria primero" por "Austria: piensa primero". Haider sigue con su discurso, que un funcionario municipal socialdemócrata infiltrado en el mitin califica de "paranoico". El líder necesita como mínimo 750.000 firmas, el número de votos que obtuvo en las elecciones generales de 1990. Si logra menos sería la primera derrota política en su carrera de éxitos.

Los rumores de que la participación está siendo menor de lo esperada desesperan al jefe y a sus militantes. Joerg Haider advirtió que declararía como "inválido" el resultado si no cesaba el "boicoteo estatal para ejercer un derecho democrático básico". Según él, sindicatos y oficinas públicas amenazaron con "represalias" a quienes firmen la petición.

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